Guido Sueldo creció entre adoquines, magia callejera y reuniones familiares que parecían espectáculos. El barrio de San Telmo, en Buenos Aires, con su impronta multicultural y su pulso artístico, fue la primera escuela para quien hoy se define como artista visual, autor y mentor creativo. Pero durante muchos años, su vida transcurrió lejos de las cámaras y los escenarios. Trabajó más de una década en una empresa de gas, como auditor técnico.
El click no llegó de golpe, sino en silencio. En plena pandemia, una pregunta se volvió incómoda: “¿Qué estoy comiendo?”. A partir de ahí, Sueldo empezó a cambiar hábitos. Se alejó de lo ultraprocesado, entrenó en su casa, bajó 22 kilos, escribió, leyó, ayunó, y sobre todo, escuchó su intuición. Sintió que si podía cambiar su cuerpo, podía rediseñar su vida. En noviembre de 2022, renunció a su empleo, compró una cámara y decidió vivir de su arte.
“Mientras trabajaba en una empresa corporativa, empecé a escuchar una voz interna que pedía algo más auténtico”, recuerda en diálogo con LA NACION. “Durante esos años exploré diferentes facetas creativas: fui DJ, me formé como chef, y encontré en cada una de esas experiencias un puente hacia mi sensibilidad artística”, agrega.
Su primera gran obra fue un salto al vacío. La Argentina acababa de salir campeón del mundo, y mientras todo el país estallaba en las calles, Sueldo miró su dron nuevo -tenía apenas dos semanas con él- y decidió documentar la emoción en el Obelisco.
Varios amigos intentaron disuadirlo. Le advirtieron sobre los riesgos, los robos, el caos. Pero él escuchó otra voz: la de la certeza. Viajó al centro porteño, analizó el cielo saturado de drones y respiró hondo. Fue su tercer vuelo.
“Estaba en lo de un amigo viendo la final del Mundial. Apenas terminó el partido, miré la cámara y el dron que tenía al lado y sentí una certeza: tengo los elementos para documentar este momento histórico“, cuenta. “Mientras mis amigos me decían que lo deje, que era peligroso, que me lo podían robar o romper, decidí escuchar otra voz: la de mi intuición. Tenía el dron hacía apenas dos semanas. Todo era nuevo. Pero ahí mismo, respiré profundo, pensé mi plan de vuelo, me concentré y volé igual», recuerda.
«Volví a casa, vi el material y supe que tenía algo poderoso. Edité con una intención clara: transmitir la emoción del pueblo argentino en pocos segundos», explica. En pocas horas, el video superó los dos millones de reproducciones en TikTok.
Ese registro fue más que un viral. Para Sueldo, fue una validación. Un mensaje directo: había nacido una carrera. “Ese video fue la puerta. Fue la validación interna de que mi arte, mi mirada, mi don, podían tocar a miles. Ahí empezó todo”, enfatiza con entusiasmo.
Entonces, la vida cambió de ritmo. Lo que durante años había sido intuición y deseo, ahora se manifestaba en hechos. Su talento visual había encontrado canal.
«El Mundial fue una ola de energía que me atravesó por completo. Me agarró en un momento exacto: hacía dos semanas había renunciado a mi trabajo, tenía mis equipos nuevos, y estaba alineado con una decisión muy profunda: dedicarme a mi arte, sin plan B», repasa sobre aquel momento.
En la Argentina trabajó con marcas de moda, hoteles, proyectos turísticos y festivales de música electrónica. Viajó a provincias, documentó la energía de distintos paisajes. En cada encargo buscó lo mismo: contar una historia con alma. Luego, en Guadalajara, México, registró la 81ª edición de Intermoda, un evento clave en la moda latinoamericana. Ahí, se enfocó en la sustentabilidad como discurso estético.
“Mi rol siempre fue crear piezas que no solo muestren, sino que transmitan. Encontrar una historia visual desde adentro. Llevar el alma del momento al ojo de quien lo ve”, subraya el artista.
Con el tiempo, Sueldo sintió que necesitaba llevar su mensaje a otra escala. Publicó su primer libro, La vida es un show, una obra que tiene poesía, introspección y fotografía. Se presentó en la Miami Book Fair, una de las ferias más importantes del circuito literario en habla hispana. Ahí, Sueldo compartió escenario con autores de toda la región.
“Lo escribí en momentos de mucha introspección, sintiendo que cada palabra podía ser una chispa de transformación para quien lo leyera”, afirma. “Presentarlo en la feria fue un sueño hecho realidad, y una confirmación de que cuando se crea desde el alma, las puertas se abren”, asegura.
Ese mismo año, exhibió su primera colección fotográfica, “Nature or Grace. Both”, en el marco de Art Basel Miami 2024. La serie había sido creada en Nueva York y exploraba la tensión entre el instinto y el propósito. Entre el caos de la ciudad y la belleza de lo espontáneo. La muestra funcionó como declaración de principios: el arte no adorna, sacude.
“Fue pensada para transmitirse, para resonar en la sensibilidad de quien la mire. Por eso significó tanto que haya sido exhibida en un espacio tan simbólico como Art Basel”, comenta.
El salto de la viralidad callejera al circuito internacional tuvo una constante: la intención de conectar desde lo real. Las imágenes de Sueldo no buscan agradar. Buscan tocar una fibra. Y el artista argentino lo repite hasta el cansanció: “Busco capturar lo invisible. Eso que está ahí, pero que muchas veces pasa desapercibido: una emoción en el aire, una pausa entre el ruido, una mirada que no se repite».
Hoy, Guido acompaña a otros creadores en procesos de expresión auténtica. Su labor como mentor se cruza con su obra. No diferencia entre la vida y el arte. Todo es parte de la misma búsqueda: estar presente. Documentar lo que duele, lo que emociona, lo que transforma.
“No me interesa adornar la realidad. Me interesa mostrarla con belleza cruda, con presencia, con alma. Que cada obra funcione como un espejo emocional para quien la mira”, pondera. Y aunque su carrera siga creciendo, su filosofía sigue igual de simple: “La vida es un show, pero solo se vuelve arte cuando estamos presentes para vivirlo”.