viernes, 31 enero, 2025
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Batalla cultural. Woke, ideología de género y la zaraza liberal

El gobierno radicaliza sus posiciones y eligió un enemigo al que denominó “el wokismo”. ¿De qué se trata?

¿Quién es ese tal Woke?
“Es parte de nuestra agenda eliminar cualquier vestigio de las ideologías de izquierda1, expresó el portavoz del gobierno, Manuel Adorni, en una de sus conferencias.

Palabras que coinciden con la cruzada que mantiene el gobierno y que se sintetizan en el discurso del presidente en el Foro Económico Mundial de Davos. Esta consiste en embanderarse contra el feminismo, el ambientalismo y otras expresiones de luchas sociales a las que suele acompañar la izquierda, bajo la amalgama de una supuesta denuncia al “wokismo”.

Pero, ¿qué es ese wokismo del que tanto hablan? La palabra woke proviene del inglés y hace referencia a “despierto” o “consciente”. Es un término que los defensores del liberalismo utilizan para caricaturizar las luchas contra las opresiones de género, raciales, etc.

Los libertarios enarbolan este término asociándolo al progresismo para invertir la ecuación y denunciar una supuesta heterofobia, odio al hombre y racismo inverso. En un cóctel de teorías conspiranoicas, se señala que detrás estaría un control sobre el impacto poblacional a través del lobby LGBT+ y el aborto.

Según el director ejecutivo de la Fundación Faro e ideólogo del gobierno, Agustín Laje, el wokismo intenta “multiplicar la dialéctica opresor-oprimido2, haciendo de una “colección de micromilitancias políticas, que tienen una particularidad: insertan el conflicto político en el seno de la sociedad civil. ¿Quién va a salvar a las minorías? ¿Quién va a salvar a los oprimidos? Los políticos, el Estado”.

En el centro político del análisis de los críticos del wokismo está el Estado y cómo este otorga supuestos “privilegios” a las minorías. Así lo explica el “intelectual” libertario: “En lugar de pedir, por ejemplo, igualdad ante la ley, lo que piden son privilegios disfrazados de nuevos derechos, que el Estado debe conceder a expensas de las mayorías”.

No son privilegios, al contrario, son conquistas sociales que conforman una sociedad más justa para las comunidades históricamente oprimidas, a las cuales se les vende la meritocracia sobre la base de la desigualdad estructural. Asimismo, “si un sector de la sociedad tiene derechos, el conjunto de la sociedad es más democrática”3.

En la retórica que eligen, son perseguidos por una “policía ideológica”, que monta una “escena orwelliana” donde “tenés que salir amando al líder, tenés que salir diciendo: ‘yo creo en la ideología de género’”. Difícil explicarle a un libertario que las posiciones del escritor británico George Orwell y las razones de su libro 1984 discrepan monumentalmente del fin al cual lo acuña Laje.

Por otro lado, Laje no se reconoce homofóbico, ya que considera la fobia como un “desorden mental”. Por lo tanto, sostiene que “un posicionamiento político o un posicionamiento frente a la biología, frente a la sexualidad humana, no tiene por qué ser un desorden sexual”.

En su análisis, el “wokismo” corrompe el concepto del mérito y, según el ideólogo del gobierno, una vez garantizada la igualdad ante la ley, todo se resuelve con “hacer caso omiso del color de piel/sexualidad”.

Además, relativiza el concepto de femicidio, sosteniendo: “¿Para qué nos sirvió el término femicidio?”. Agrega: “Ahora, lo que sí me jode es que te digan que esa palabra iba a salvar a la mujer”.
No es el lenguaje en sí lo que puede erradicar la opresión, pero tampoco lo es la supuesta igualdad ante la ley que esgrime Laje. Sin importar dónde esté escrito, si uno no cambia las condiciones materiales que generan esas desigualdades, las opresiones siguen existiendo.

Lo que pueden lograr los términos y las leyes es evidenciar problemas concretos, como es el caso de los femicidios, y movilizar soluciones para erradicarlos.

Asimismo, Laje sostiene que la posibilidad de quitar el término femicidio de la legislación argentina es una “paranoia mediática”; es decir, los propios dichos de Milei en Davos no serían parte de su agenda. Lo mismo expresaron sobre la IVE, luego de varios amagues para derogarla.

Las incongruencias continúan. El ideólogo sostiene: “No ando metiéndome en la cama de la gente”, pero su gobierno no se cansa de desprender odio hacia las disidencias sexuales. Es así como el propio presidente asoció la homosexualidad con la pedofilia.

La batalla cultural y la propaganda

Uno de los pilares que interpela al gobierno es la batalla cultural. En sus palabras: “Quienes escriben libros, quienes están en medios de comunicación, quienes manejan redes sociales de verdad, quienes manejan influencia positiva en la sociedad, quienes debaten”. Así desnudan lo que hay detrás de los millones de Milei destinados a trolls en las redes y periodistas pagos que defienden su modelo.

No solo ofrecen red pills para dar la batalla cultural que dista de un liberalismo social, más bien es la defensa de lo reaccionario ante las minorías y sus conquistas. La misma se traspola a toda lucha política, utilizando el Estado y sus recursos para ello, es decir, te quieren convencer por medio de libros y de garrotes.

La frase de Adorni mencionada en el comienzo del articulo también responde a aclarar que no nos van a correr en términos literales. Pero que si van a volcar todo su aparato para eliminar la ideología de izquierda, ya sea en “la batalla cultural” o por medio de censura, persecución, silenciamiento,etc.

Otra dimensión que atraviesa a la ultraderecha es que convive en un “universo de extrema derecha (que) es muy heterogéneo –hay prorrusos y proOTAN, antiestatistas y proEstado, conservadores, libertarios y autoritarios, laicos y religiosos–. Lo que los une –el pegamento de la ‘internacional reaccionaria‘– es el antiprogresismo. Y es ese antiprogresismo el que llevó Milei a las declaraciones en las que igualó homosexualidad y pedofilia4.

Aquí estamos los zurdos de mierda
Una vez sintetizado lo que sería el wokismo para el gobierno, ¿cuál es su objetivo al invocarlo, darle nombre, atributos y colocarlo en el centro de la escena? No es otro más que amalgamar bajo una caricatura todas las banderas que le molestan. Es decir, ridiculizar, de alguna manera, las luchas contra las opresiones del sistema que con tanto énfasis defienden.

Por tal motivo, si bien amalgaman concepciones distintas en varios términos, son tajantes en un sentido: tienen que ir contra las ideas de izquierda y vociferar en contra de los “zurdos”, que cuestionamos las desigualdades de este sistema y proponemos una salida para el mismo.

El propio Laje, en la ensalada ideológica que construye, advierte esta situación y sostiene que “el kirchnerismo apostó mal y Cristina se dio cuenta”. Esto explica por qué los grandes defensores de la progresía y maquilladores de desigualdades ya ni siquiera denuncian esto, lo que manifiesta porque CFK tardo y respondió de forma tibia al repugnante discurso de Milei en Davos, sin siquiera convocar a la movilización del sábado.

Al contrario de aquella vacilación, hay que direccionar nuestras fuerzas para decir claro que al clóset no volvemos nunca más y que este sábado se desborde de una marea federal que exprese bien claro el orgullo antifascista, antirracista, LGBT+ y, ¿por qué no? el orgullo de ser los “zurdos de mierda” a los que les teme Milei.

1_ Manuel Adorni en conferencia de prensa.

2_Esta y todas las citas de Agustin Laje, son extraidas de su entrevista con ‘el doce’ de cordoba.

3_Pablo Vasco Sartore

4_Pablo Stefanoni, ElDiarioAr

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