Periodista: Se calmó la inflación, ¿se calmará también el mercado de bonos? La inflación minorista núcleo cayó una décima en diciembre. Desde agosto que repetía mes a mes una lectura de 0,3%. Se temía que la vorágine de la economía pudiera arrastrar consigo una aceleración de los precios. Y no es así. ¿Podemos pensar que hasta acá llegó la suba de las tasas largas? En septiembre rondaban 3,60% a 10 años y estos días sobrepasaron 4,80%.
Gordon Gekko: Es un gran alivio. Después del informe de empleo -y el batacazo inesperado de la creación de 256 mil puestos de trabajo- y con Donald Trump en la antesala de su asunción no había mucho estómago para soportar una mala noticia.
P.: ¿Cree que es el fin de la escalada de las tasas largas? La de 30 años sobrepasó el umbral de 5% y ahora pegó la vuelta.
G.G.: La suba de las tasas largas no tenía esencialmente que ver con el aumento de la inflación. Ni tampoco de las expectativas. Por supuesto, si la inflación se salía de cauce, la situación se iba a complicar todavía más. Se desactivó esa posibilidad. Y mejor así. Lo que sigue vigente es la presencia de una economía exuberante.
P.: Y las tasas largas aumentaron de la mano de las tasas de interés reales.
G.G.: Digamos en una proporción 70% y 30% desde septiembre.
P.: Desde que la Fed estrenó la baja de las tasas cortas. Muy agresivamente para el gusto de los “bond vigilantes”.
G.G.: Así es.
P.: Pocas veces una decisión de la Fed ha recibido tantas críticas como la baja de tasas orquestada entre septiembre y diciembre, que ahora entró en un compás de espera. Estos números de inflación le dan un poco más de crédito a la maniobra que impulsó Jerome Powell. ¿No le parece?
G.G.: No se puede decir que la Fed haya estimulado una mayor inflación. Pero eso no era tampoco el meollo de la crítica. Es muy simple. Powell no necesitaba ir de punta con la economía creciendo 3%. Y, desde otro punto de vista, si se quiere más subjetivo, el maridaje de la reducción ambiciosa de las tasas con la campaña electoral es fuente válida de suspicacias.
P.: Usted enfatizaba dos puntos. Que la Fed tenía plena confianza en que la inflación está bajo control. Y que no tiene ninguna prisa en conducirla a la meta oficial de 2%. El primer punto se podía poner en duda. Diciembre lo corroboró.
G.G.: Por eso, Powell empujó a la Fed a jugar tan fuerte. No porque fuera necesario. Pero sí porque podía hacerlo con menos riesgo que el que uno estimaría a simple vista. Y aun así dejó el rastro de haber forzado la maniobra. Dos disidencias en tres votaciones desentonan con la vocación conciliadora que siempre tuvo el chairman.
P.: Leyendo las minutas de la última reunión, se advierte, sin embargo, un temor importante por la inflación que podrían provocar las políticas de Trump. Powell ya nos dijo que la Fed suspende la baja de tasas hasta nuevo aviso. Los mercados, sobre todo después del informe laboral, corrieron el próximo recorte a 2026 (aunque ahora lo ubican en el cuarto trimestre) y se preguntan si la Fed no tendrá que subir las tasas. ¿Usted qué cree?
G.G.: ¿Qué pensará Trump? Esa es la pregunta del millón.
P.: Eso le pregunto entonces.
G.G.: A Powell lo debe tener atragantado. Pero ni él ni nadie ha hecho mención últimamente. Que Michael Barr deje de ser el responsable de la supervisión bancaria, aunque seguirá oficiando como gobernador, es una señal de que puede haber bastante presión bajo la superficie. Trump, y en especial, su secretario del Tesoro, Scott Bessent, ya saben bien que la baja de tasas cortas se terminó, mientras Powell mande, a menos que choquen la economía. Y también saben que la suba de tasas largas no finalizó, salvo que cambien y moderen su programa original.
P.: Se habla mucho de una aplicación selectiva de aranceles, un aumento escalonado, y a tasas que no excedan 10% o 20%. Lo que no es poco, pero tratándose de Trump casi como que parece una retractación.
G.G.: Se cita un papel de trabajo de Stephen Miran. Pero esta vez él no va a estar en el Tesoro sino en el Consejo Económico de Asesores. Habrá que ver cuánta influencia consigue ejercer desde allí.
P.: También se le puede dar un lugar visible a la motosierra.
G.G.: Por supuesto. Las Trumponomics son un plan de colesterol muy elevado, y si se prioriza el colestoral bueno -la desregulación, el achique del gasto, un mayor rol de la iniciativa empresarial, la pax americana en Ucrania y Medio Oriente- no debería causar problemas. Será interesante ver cómo es la relación entre Bessent y Elon Musk, quién favorecía la selección de Howard Lutnik en el Tesoro. La ventaja que tiene el presidente electo es que se lo espera con temor. El lunes, el S&P 500 había devuelto la totalidad del rally poselectoral, y las tasas largas apuntaban a rebalsar 5%. Trump puede ser revulsivo si quiere, y le conviene. Pero no está obligado. Ni querrá tampoco pegarse un tiro en los pies. Si algo llama la atención es lo poco y nada que habla de China en estos últimos tiempos. Y esa es su pelea de fondo.