El 20 de noviembre fue el Día Internacional de los Derechos del Niño en conmemoración de la firma de una ley fundamental de la humanidad que está cumpliendo 35 años. Ratificada por casi todos los países del mundo, sin embargo, sigue siendo ignorada por muchos. Los derechos de los niños están siempre vigentes, pero se respetan poco, afirma el psicopedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, “Frato”. Impulsor de la iniciativa “La ciudad de las niñas y los niños”, que se replica en distintos lugares del mundo con espacios de juego y calles cerradas al tránsito para su aprovechamiento, difundió un mensaje sobre la Convención sobre los Derechos del Niño y el derecho que los niños tienen al descanso, al tiempo libre y al juego, siendo este último a su juicio uno de los más desoídos actualmente.
“Jugando aprenden, más que con otras formas de aprendizaje incluido el escolar”, afirma y reflexiona sobre cuántos niños sufren la desaparición del juego a partir de que los adultos decidieron que no tienen capacidad para salir solos de casa, encontrarse con amigos, explorar su barrio conociendo el ambiente y viviendo experiencias que deberán resolver solos. Advierte con preocupación sobre los problemas que esto acarrea, pues aquello que no se concreta en la infancia se manifiesta de manera problemática en la adolescencia.
La campaña Yo Salgo a Jugar, reivindicando el derecho infantil a la autonomía y a salir de sus casas y vivir experiencias, se trasladó a Villa Regina, Río Negro, el pasado 23 de noviembre.
Días atrás, una madre de cuatro niños fue arrestada y esposada delante de ellos en el estado de Georgia, Estados Unidos, acusada de conducta imprudente. Uno de sus hijos, de diez años, salió solo en un distrito rural, mientras ella acompañaba a otro hijo al médico en un estado que no cuenta hoy con legislación que proteja una razonable independencia infantil. Solo hay seis actualmente con esta normativa. El hecho que saltó a los titulares fue difundido por el movimiento Let Grow (@letgroworg), “Déjalos Crecer”, una institución preocupada por hacer de la independencia en la infancia algo sencillo, normal y legal, aportando investigaciones y programas para escuelas y padres en dirección a quebrar el temor que conduce a un excesivo cuidado de los pequeños, que la cultura ha impuesto. Entre sus recomendaciones incluyen que, “cuando los padres retroceden, los hijos crecen” y que “demasiada ayuda daña a los niños”, pues obstruye el desarrollo en ellos de la confianza y resiliencia que necesitan, explican. Es así que los desafíos cotidianos pueden terminar generando en los niños ansiedad y depresión, un fenómeno creciente que desde Let Grow perciben con preocupación. En el libro La Generación Ansiosa, Jonathan Haidt propone más vida real para los niños, infancias basadas en el juego y no en celulares, integrando las huestes de especialistas que recomiendan demorar el ingreso de los chicos al mundo digital.
Las tareas asignadas en las escuelas enroladas en ese movimiento promueven que los niños redescubran nuevas actividades que pueden desarrollar solos en el entorno real, afianzándose en cuán capaces son para ello. Reemplazan el temor por realidad: empoderar a los niños es lo más recomendable. Los clubes de juego proponen que elijan y organicen su diversión y actividades sin intervención de adultos, desarrollando así también habilidades sociales clave. Es que en el juego los niños aprenden que están en control de su vida. Y si perciben que sus padres confían en ellos, el proceso se torna transformador.
La realidad nos confronta con la necesidad de cotejar otros patrones y abrir el debate para encontrar caminos alternativos que aseguren su mejor desarrollo.
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