El cargo de vicepresidente es una creación de la Constitución Nacional de los Estados Unidos. Su funciones son dos: presidir el Senado y reemplazar al Presidente en caso de ausencia temporal o definitiva por viajes al exterior, renuncia, juicio político, enfermedades graves o muerte.
Ya en la presidencia de Bartolomé Mitre se vivió una situación muy particular. Habiendo tomado Mitre la decisión de ponerse al mando de las tropas de la Triple Alianza –Argentina, Brasil y Uruguay– en la guerra contra el Paraguay, le correspondió a su vice, Marcos Paz, hacerse cargo del Poder Ejecutivo durante todo el transcurso del conflicto bélico. Esto generó innumerables problemas e, inclusive, una delicada crisis de gabinete que obligó a Mitre a dejar transitoriamente su puesto de mando y bajar a Buenos Aires para remediar esa situación.
Domingo Faustino Sarmiento tuvo una mala relación con su vice, Adolfo Alsina. Esa mala relación quedó inmortalizada en la célebre frase de Sarmiento: “Limítese a tocar la campanilla en las sesiones del Senado”.
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Como consecuencia de la gran crisis de 1890, el presidente Miguel Juárez Celman, cuñado de Julio Roca, debió renunciar, debiendo completar el período de mandato su vice, Carlos Pellegrini, cuya gestión hizo historia.
Luis Sáenz Peña falleció durante su presidencia, lo que llevó a José Evaristo Uriburu a asumir la primera magistratura. Lo mismo sucedió con el presidente Manuel Quintana, quien falleció en 1906, correspondiéndole entonces a su vice, José Figueroa Alcorta, completar el mandato. Y, en la continuidad de una saga fatal, Roque Sáenz Peña también falleció en el ejercicio de la presidencia, por lo que debió hacerse cargo del gobierno su vice, Victorino de la Plaza.
Con Hipólito Yrigoyen se dio una situación inversa. Habiendo sido elegido presidente por segunda vez en 1928, su vicepresidente, Francisco Beiró, falleció antes de asumir.
El absurdo, siempre presente en la historia política de la Argentina, hizo que algunos gobiernos de facto, absolutamente inconstitucionales, designaran también a vicepresidentes.
La diabetes que padeció Roberto Marcelino Ortiz lo dejó ciego, circunstancia que lo llevó a renunciar. Su vicepresidente fue Ramón Castillo, alguien carente de carisma y de apoyos partidarios importantes, hecho que fue aprovechado por el poder militar para derrocarlo en un golpe de Estado que terminaría siendo el germen del peronismo. De hecho, Juan Domingo Perón fue designado vicepresidente del presidente de facto general Edelmiro Farrell.
La fórmula electoral de las elecciones presidenciales de 1946 y de 1951 fue Perón-Quijano. Hortensio Quijano, a quien Evita llamaba “Mar Caspio”, –por la abundante caspa que poblaba su cabellera– falleció antes de asumir en 1952. Por lo tanto, se produjo un hecho inédito, que nunca más se repetiría en la historia del país: una elección para vicepresidente en la que fue consagrado el almirante Alberto Teisaire.
Durante el gobierno de la Revolución Libertadora, la vicepresidencia provisional fue ejercida por el almirante Isaac Francisco Rojas. Fue tanta la tensión que hubo entre él y el presidente de facto, teniente general Pedro Eugenio Aramburu, que en los subsiguientes gobiernos militares decidieron eliminar la figura del vicepresidente.
Arturo Frondizi tuvo también una relación altamente conflictiva con su vice, Alejandro Gómez quien fue denunciado por ser supuestamente el líder de un intento por apropiarse del gobierno. Por lo tanto, fue obligado a renunciar.
La derrota del candidato de Frondizi ante el peronismo, Andrés Framini, en la provincia de Buenos Aires fue el desencadenante de la asonada militar que, en marzo de 1962, derrocó al gobierno, debiendo en consecuencia asumir el cargo –luego de una osada maniobra política del presidente de la Corte Suprema Dr. Julio Oyhanarte– el entonces presidente provisional del Senado, Dr. José María Guido.
Juan Domingo Perón cometió un grosero error al elegir a su esposa, María Estela Martínez de Perón, como su vice. La salud de Perón era ya muy mala y sus médicos, los profesores Pedro Cossio y Jorge Taiana, advirtieron al Consejo Nacional del Justicialismo que el líder del movimiento no estaba en condiciones de ejercer el cargo de presidente. Su muerte fue algo absolutamente previsible. La desastrosa gestión de su viuda en aquella Argentina convulsionada por la violencia, fue el desencadenante del golpe militar que abrió las puertas a la dictadura más cruel de toda la historia del país.
Hubo tensión entre Raúl Alfonsín y su vice, Víctor Martínez. Sin embargo, el Dr. Martínez fue una persona absolutamente leal al Dr. Alfonsín.
Carlos Menem no dudó en sacarse de encima a Eduardo Duhalde, el vicepresidente de su primer mandato. Por eso lo convenció de renunciar al cargo para competir por la Gobernación de la provincia de Buenos Aires con la promesa de apoyar su candidatura a presidente en las elecciones de 1995. Menem incumplió esa promesa. Su intención era permanecer en el poder, objetivo que logró al conseguir forzar la reforma constitucional que le abrió el camino a la reelección.
Fernando de la Rúa creyó que sacándose de encima a su vice, Carlos “Chacho” Álvarez, su poder se fortalecería. Lo empujó a dimitir y, al hacerlo, destruyó la coalición que lo había llevado al poder. Esto representó el certificado de defunción de su gobierno que terminó en medio de una de las crisis más profundas que padeció el país.
Néstor Kirchner fulminó a su vice, Daniel Scioli, cuando éste informó sobre una posible recomposición de las tarifas de los servicios públicos. Kirchner enfureció y ordenó que se le prohibiera a Scioli el uso del despacho que tenía en la Casa Rosada.
Cristina Fernández de Kirchner también fulminó a su vice, Julio Cobos, cuando éste emitió su “voto no positivo” contra la controvertida Resolución 125 que proponía un aumento de las retenciones a la exportaciones de soja. La ruptura fue definitiva, a pesar de lo cual Cobos, que nunca intentó disputarle el poder a CFK, no renunció.
A CFK no le fue mucho mejor con Amado Boudou. Cuando la presidenta tuvo la evidencia de los hechos de corrupción que involucraban a su vicepresidente, lo condenó al ostracismo político.
Gabriela Michetti fue absolutamente leal a Mauricio Macri, a pesar de lo cual algunos la sometieron a un trato despreciativo.
La relación de Alberto Fernández con su vice, CFK, fue lo que todos vieron: malísima. Y, por lo que se ha escuchado en esta semana, no parece ser mejor la que hay entre Javier Milei y Victoria Villarruel.
Se lee en el Eclesiastés: Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó. La historia de los vicepresidentes en la Argentina, así lo confirma.