domingo, 24 noviembre, 2024
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Las cartas ya están echadas: qué impacto tendría en el Gobierno el alejamiento de la vicepresidenta Villarruel?

Un fantasma que ya muchas veces recorrió la política argentina está haciendo su regreso: la ruptura entre presidente y vicepresidente. Después de las críticas que le hizo Javier Milei a Victoria Villarruel -en los códigos libertarios, acusarla de acercarse a «la casta» es la peor acusación posible- generó la agitación en el ámbito político y dejó planteado el interrogante: ¿qué pasa si Villarruel se va del gobierno?

Es el tema del que más se habla en este momento, y que dejó en evidencia el primer gran enfrentamiento interno de cibermilitantes del oficialismo. Hay quienes acusan a Villarruel de traición mientras otros creen que Milei cometió un error estratégico que le costará una pérdida de votos.

Pero, más que nada, lo que queda en evidencia es el deseo de Milei de cortar su «Macri-dependencia» y de lograr una base de gobernabilidad propia en las elecciones legislativas. Tal como se lo ve desde la Casa Rosada, Villarruel es un obstáculo para ese objetivo.

Para empezar, lo que parecería claro es que irse del gobierno no significa renunciar al cargo para el cual Villarruel fue electa por el 56% del electorado. Por eso se plantea la cuestión de qué preferible para Milei: que la vice renuncie a su cargo, asumiendo el riesgo de que se erija en líder de una derecha alternativa, o que permanezca en su sillón del Senado, corriendo el peligro de que urda estratagemas para boicotear iniciativas del gobierno.

Por lo pronto, lo que parece claro es que, sea cual sea la intención de Villarruel, a ella le conviene mantenerse aferrada a su sillón, sobre todo si -como todo indica- tiene aspiraciones de seguir diferenciándose de Milei y generar un electorado propio.

Las encuestas pueden aportar claridad sobre este punto: hoy, Villarruel tiene una imagen positiva mayor que la del presidente. Según el sondeo de Alaska Comunicación, en la opinión pública la vice gana por 53,1% a 52,2%, aunque la ventaja para Villarruel se agranda cuando a esos números se les restan los de imagen negativa.

Ruptura Javier Milei- Victoria Villarruel: «No sos vos, soy yo»

La realidad es que desde hace tiempo que Milei está enojado con Villarruel. Hay una larga lista de discrepancias, gestos de autonomía -cuando no de directo desafío- que han generado un efecto acumulativo.

Puede sonar extraño, porque en la campaña electoral, la dupla Milei-Villarruel parecía el matrimonio político perfecto. Se dividían los temas -él la economía y las reformas estructurales, ella la seguridad y el discurso reivindicativo de las fuerzas armadas- y se prodigaban elogios mutuos.

Pero ni bien se conoció el resultado electoral, la relación empezó a deteriorarse. La primera señal fue cuando Villarruel protagonizó un acto en solitario, con un logo propio, lo cual daba a entender que quería armar su propia base de apoyo. Pero todo aceleró cuando se supo que la vice recién electa se había entrevistado en secreto con Mauricio Macri.

En aquel momento, el rumor era que había preocupación por la personalidad de Milei, más concretamente por lo que pudiera suceder si el plan económico no salía bien y el presidente sucumbía ante la presión. Por eso, ganó fuerza la versión de que Macri quiso indagar la disposición a Villarruel para, en una eventual crisis institucional, asumir la presidencia y cogobernar con el líder del PRO.

Luego vino la célebre frase en la que Villarruel definió a Milei como «el jamoncito del medio» en las indisimulables discusiones entre ella misma y la poderosa secretaria de la presidencia, Karina Milei.

Los partidarios del presidente anotaron una larga lista de desacatos. La aprobación para el aumento de sueldos de los senadores que luego tuvo una marcha atrás; las frecuentes visitas a dependencias castrenses y policiales sin coordinar con la Casa Rosada; la crítica de Villarruel a la propuesta de Ariel Lijo como juez de la Corte Suprema; el controvertido homenaje, con busto incluido, a Isabel Perón; la crítica a la Cancillería por el vuelo a islas Malvinas con escala en Córdoba, que calificó como un menoscabo a la soberanía argentina.

En algunos casos las diferencias pasaron a la categoría de «fisura», como cuando la delegación de diputados oficialistas visitó en la cárcel a un grupo de represores de la dictadura militar, un hecho en el que los protagonistas denunciaron haber sido engañados y donde todas las sospechas se posaron sobre la vice.

No todo fue disidencia, por cierto. Villarruel también jugó un rol importante en negociaciones vitales para el oficialismo, como la aprobación de la Ley Bases o los vetos presidenciales a leyes impulsadas por el kirchnerismo -como la de jubilaciones y financiamiento universitario-.

Las elecciones legislativas y la «Macri-dependencia»

Pero lo cierto es que, aun con todos los gestos de autonomía o disconformidad por parte de Villarruel, no puede decirse que haya saboteado al gobierno en los temas importantes que se tratan en el Congreso.

¿Por qué el enojo de Milei, entonces, y por qué ahora? Tal vez la mejor respuesta esté en el calendario electoral: en 2025 hay elecciones legislativas, y el gobierno se enfrenta a la encrucijada entre buscar una ampliación de su base electoral o seguir dependiendo del apoyo del macrismo.

Desde ese punto de vista, puede considerarse que lo que dijo Milei, más que una ruptura con Villarruel, es una advertencia a Mauricio Macri, en el sentido de que el partido La Libertad Avanza no está dispuesto a co-gobernar ni a ceder espacios de poder.

En definitiva, Milei y Macri van a buscar al mismo perfil de votante, por lo que el éxito de uno puede implicar el fracaso del otro. En el macrismo ya se debatió y se eligió la postura de mantener el perfil propio y no ir junto con Milei en una alianza electoral.

De hecho, cada vez son mayores las críticas, desde las declaraciones de Macri sobre la «psicología especial» de Milei y su «mandato destructivo y de confrontación» hasta otras más sutiles, como la denuncia de que el gobierno está haciendo concesiones al peronismo. En la lista de quejas del PRO figuran la postulación del juez Lijo a la Corte, el fracaso de la reforma sindical en el Congreso y, recientemente, la insinuación de que Milei quiere boicotear la iniciativa de «ficha limpia» -y así permitiría, en los hechos, que Cristina Kirchner sea candidata-.

Las ambiciones de los jóvenes mileístas

Curiosamente, todas esas críticas equiparan a Milei con las prácticas añejas de la «casta política». Y la paradoja es que lo que molestó al presidente es que Villarruel se muestra muy afín a «la casta». El presidente no lo mencionó, pero a nadie le quedaron dudas sobre que la preocupación de Milei es la cercanía de la vice con Macri, además de algunos peronista de tendencia conservadora.

Como fondo de todas estas sospechas, emerge con fuerza el protagonismo de los jóvenes mileístas, como los de la Fundación Faro, liderada por Agustín Laje, o la agrupación «Las Fuerzas del Cielo», el controvertido grupo conducido por Daniel Parisini –»el Gordo Dan», según su nombre de guerra en las redes sociales-.

Estos militantes empiezan a dejar en claro su deseo de formar parte del gobierno, eventualmente ingresando al Congreso en las próximas legislativas. Un motivo más para que Milei se sienta más estimulado a contar con una tropa incondicional y disminuir la «Macri-dependencia» que tiene hoy a la hora del debate legislativo.

Presidente versus vice: las lecciones de la historia

La historia reciente argentina muestra todas las variantes posibles de peleas entre presidentes y vices, por lo cual hay material suficiente para el análisis. Raúl Alfonsín desconfiaba de Víctor Martínez -que lo había ayudado a ganar con el apoyo de la UCR en Córdoba-, aunque sus diferencias no llegaron al nivel de una crisis.

Entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde había un pacto: el vice le había aportado el aparato y los votos del conurbano sin los cuales el riojano no habría podido imponerse en la interna contra Antonio Cafiero. La relación siempre fue de conveniencia y no tardó en derivar en conflictiva ni bien Duhalde asumió como gobernador bonaerense y boicoteó el intento de re-reelección de Menem. De hecho, Duhalde se erigió en verdadero líder opositor y reclamaba «cambiar el modelo».

La única pelea que derivó en la renuncia del vice fue la ocurrida entre Fernando de la Rúa y Carlos «Chacho» Alvarez. Esa consecuencia sí generó una crisis, porque cada uno de ellos representaba una parte de la Alianza, de manera que, al renunciar Chacho, aquella coalición quedó dividida y De la Rúa vio recortado su poder político.

Pero ese fue un caso excepcional. Y difícilmente, si Villarruel decidiera emular a Chacho, Milei corra el riesgo de sufrir lo mismo que De la Rúa, porque la vicepresidente no llegó al frente de una fuerza propia, sino que comenzó a construir su poder recién después de tocar la campanita del Senado.

Más comparables con el momento actual, en cambio, serían los dos antecedentes recientes de ruptura. Es decir, la de Julio Cobos con Cristina Kirchner -que implicó que durante cuatro años el vicepresidente ejerciera como virtual líder opositor- o, sin ir más lejos, la conflictividad indisimulable entre la propia Cristina y Alberto Fernández. Este es, tal vez, el caso más extraordinario, porque Cristina saboteó propuestas cruciales para Alberto, como el acuerdo con el FMI o el presupuesto 2022.

En el caso de Cristina con Cobos, la presidenta sufrió la falta de un vice de confianza pero su poder no se vio disminuido, como quedó en evidencia con su contundente reelección. En cambio, Alberto Fernández resultó condicionado desde el primer minuto y recibió criticas en público por parte de una vice que le reprochaba su falta de decisión para «usar la lapicera».

Hay otro formato posible de pelea presidente-vice menos traumático: el vivido entre Néstor Kirchner y Daniel Scioli, en el que el segundo aceptó el castigo del presidente -que le echó funcionarios de su sector- y reprimió críticas, pero finalmente fue premiado con la posibilidad de ser gobernador bonaerense. Pero no parece que, a esta altura, esa situación pueda ser aplicable a la relación Milei-Villarruel.

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