sábado, 20 septiembre, 2025
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Luz, cámara, acción: juega Di María

Hay futbolistas a los que podemos llamar “jugadores-película”, porque su trayectoria tiene algo (o mucho) de cinematográfica, con idas y vueltas, momentos de suspenso, desenlaces inesperados, recodos de caídas y vuelta a levantarse y, como una buena producción de Hollywood, finales felices. El primero que me viene a la cabeza es Martín Palermo. El hombre que llegó a ser el máximo goleador de la historia de Boca (y mi máximo ídolo, antes incluso que Riquelme), quien, sin ser un gran dotado, le terminó cerrando la boca a todo el mundo (que lo trataba poco menos que de burro), el jugador argentino que con mayor edad marcó un gol en un Mundial (con Maradona de técnico), y por supuesto (¡su momento cumbre!), el que le marcó los dos goles al Real Madrid en la final de la Intercontinental (pero no solo eso, se cansó de salir campeón con Boca), el que terminó haciendo goles increíbles, algunos de mitad de cancha, y otro de cabeza desde lejísimo. Y del otro lado, el que erró tres penales en un solo partido con la Selección argentina, el que, luego de una ruptura de ligamentos cruzados (y que, poco menos que en muletas, volvió para hacerle un gol a River en la Libertadores), al poco tiempo se le cayó encima la pared de una tribuna y lo fracturó todo, y el que también sufrió tragedias personales tremendas. Si yo fuera productor de cine, haría Palermo, la película. ¡Éxito asegurado!

¿Y ahora? ¿Hay otro jugador-película? Sin dudas Ángel Di María. Me acuerdo, cuando estaba en la mala, de periodistas (en verdad de uno) que, haciendo el ridículo en un estudio de televisión, se arrodilló para pedir así, de rodillas, que Di María no jugara nunca más en la Selección. El sensacionalismo es el hogar de ese periodista, y la credibilidad una materia lejana. Entre tanto, Di María –junto con Messi y Otamendi– sobrevivió a la final perdida de 2014, a las finales perdidas de las copas América, sobrevivió a Sampaoli (lo que es mucho decir), sobrevivió al golpe de estado de Scaloni (que vio luz y subió, y después nos demostró que tenía con qué para ser el técnico), el Di María que después de todo eso, hizo el gol en la final de la Copa América, marcó contra Italia en la finalísima y, sobre todo, en la final del mundo contra Francia, para mí, el más hermoso gol de contragolpe que vi. Y después de jugar en el primer nivel europeo durante más de una década, comenzó el rumor de que volvía a Rosario Central. Como respuesta obtuvo una amenaza de muerte de parte de la barra brava de Newell’s, o de un grupo narco, o de mafiosos de otro tipo (o lo que haya sido, difícil saberlo).

Y cuando parecía que entonces no volvía, y se quedó un año más en Portugal, finalmente regresó a los 37 o 38 años, y sin terminar de romperla (ya no le es fácil a esa edad, con menos pique corto que antes) se las ingenió para que la película tuviera un desenlace (o tal vez no un desenlace, quizás todavía falten más cosas) increíble: un golazo de tiro libre para ganarle el clásico a Newell’s sobre la hora, y un gol olímpico a Boca. A diferencia de Palermo, sobre Di María sí se hizo una biopic, pero, sin que conste su regreso a Central, ya quedó incompleta.

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