domingo, 14 septiembre, 2025
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El Mecanismo Infernal de la deuda regresa

Mientras muchos siguen preguntando: ¿llegará este gobierno hasta el 26 de octubre?, otros empiezan a plantearse el interrogante, ¿y qué hará el gobierno, con resultado favorable o en contra en las elecciones, a partir del 26 de octubre? Porque hay algo que no deja lugar a dudas: estamos en una crisis económica ya desde antes de las elecciones bonaerenses, que el gobierno no lograba controlar, y que sigue creciendo sin que el gobierno arriesgue a hacer algo muy diferente para enfrentarla. Es más: su principal argumento, ahora como antes de las elecciones del 7 de septiembre, sigue siendo el mismo: negar la crisis. ¿Podrá mantener esa misma postura negacionista después del 26 de octubre? Hay razones para creer que no, incluso si se diera el improbable escenario de un resultado exitoso para el gobierno en las legislativas nacionales del 26 del 10.

Lo que resulta evidente es que la táctica oficial es hacer todo lo que sea posible para mantener el dólar mayorista por debajo del límite superior de la banda de flotación hasta el fin de semana de las elecciones. Esa ha sido su política hasta acá y, más allá de la evaluación de sus consecuencias, no consideran aconsejable cambiarla en los días previos a los comicios al menos, creen, para llegar «competitivos» a la elección. 

Lo que tenemos hasta acá es un modelo de dólar encadenado a una banda de flotación, atraso cambiario, que viene provocando una fuga de capitales que promedia los 5200 millones de dólares mensuales, a los que se agrega otros 1000 millones netos de salida mensual neta por el aumento del turismo al exterior, más el deterioro paulatino del superávit del comercio exterior (las importaciones crecen 31,7 por ciento respecto de 2024, las exportaciones apenas el 4,6 por ciento, hasta julio). Esta pérdida de divisas producto de la fuga y la caída de la competitividad se compensa con mayor endeudamiento: este año se obtuvo un crédito adicional de 20.000 millones de dólares del FMI (ya ingresaron 14.000), sin que del anterior se hayan pagado nada más que los intereses. Es crecimiento de deuda bruta y neta.

El único mérito que exhibe el modelo es haber contenido la inflación mensual por debajo del 2 por ciento mensual. Pero al costo de una brutal recesión (fundamentalmente en la industria, construcción, turismo interno y comercio) y deterioro de los ingresos de la población (incluído jubilados). 

De los tres elementos que el economista y sociólogo Jorge Molinero suele describir como «el mecanismo infernal» de las crisis recurrentes de la economía argentina (inflación, deuda y fuga), el único que estaría parcialmente ausente en la situación actual es el de la inflación. Por eso es que cabe preguntarse: ¿será la nueva etapa que se abre después del 26 de octubre la del regreso de la inflación, completando el ciclo infernal para reiniciarlo nuevamente? 

Si esto fuera así, habrá que prepararse para un escenario de profundización de la crisis, sobre todo del empobrecimiento de la población (despidos, precarización laboral, pérdida de poder de compra de los salarios). O, mejor que ello, prepararse para enfrentar y terminar con un modelo económico que siempre termina igual.  

Después del 26 de octubre, el gobierno de Javier Milei enfrentará posiblemente dos presiones inmediatas. Una, la presión cambiaria, porque la demanda sigue tendiendo a crecer y la oferta o ingresos de dólares se estanca. La única fuente activa de ingresos de dólares sigue siendo el endeudamiento, y no en el mercado financiero que sigue cancelado para Argentina, sino el institucional concentrado en el FMI y el gobierno de Estados Unidos. ¿Le asignarán estos organismos más disponibilidad de crédito al gobierno argentino? Difícil que lo hagan sin pedirle, al mismo tiempo, un salto en la paridad cambiaria, que de algún modo modere la demanda. Es decir que, de un modo u otro, devalúe.

La otra presión vendrá por el lado de la exigencia de acumular dólares para poder hacer frente al pago de deudas en divisas. Concretamente, ni siquiera le prestarán dólares al gobierno i no está en condiciones de garantizar que esas divisas no se dilapiden por «la canaleta de la fuga». En definitiva, le pedirán establecer alguna forma de control a la salida de divisas ya que, sólo con incentivos a que se aquerencien a tierras argentinas, esta visto que no alcanza. ¿Vuelve el cepo? Cada vez son más los que lo mencionan ya sin demasiados prejuicios.

En el 2026 el país debe afrontar vencimientos por 19.400 millones de dólares, de los cuales unos 6600 millones vencen en el primer bimestre, según cálculos del departamento de estudios del Banco Provincia. Ya no es un tema de cumplir con las metas el acuerdo con el FMI, sino de cumplir con los acreedores y no caer en default. Habrá refinanciaciones, sin duda. No todos los vencimientos del año se deberán cancelar. Pero sólo por pago de intereses, la cuenta a pagar es suficientemente importante como para entender que, en las condiciones actuales, el gobierno no podría hacerle frente.  

¿De cuanto debería ser la devaluación como para revertir la tendencia a la mayor salida de divisas, producto del atraso cambiario vigente hasta ahora? Según sea la respuesta a esta pregunta, será la magnitud de la inflación que, se espera, podría provocar la corrección cambiaria. 

No será nula, porque el pass throug (traspaso de la devaluación a precios) sigue existiendo, aunque no sea la paridad cambiaria la viariable determinante de la inflación, como creen los fanáticos en el «ancla cambiaria» como determinante de la solución al problema. 

No será de «uno por uno» (20 por ciento de devaluación, 20 por ciento de aumento de precios), ni más que proporcional (como ocurrió varias veces en la hiostoria no tan lejana), porque existe una retracción del consumo impuesta por la caída de ingresos que atenúa las posibilidades de traslado a precios. 

En buena medida, el impacto en precios se vinculará a las «expectativas». Cuando Eduardo Duhalde aplicó en 2002 una corrección cambiaria del 250%  la salida de la convertibilidad, el traslado a precio fue de apenas el 40%. Aemás de la recesión imperante, después de una década de convertibilidad se había perdido parcialmente el reflejo de «aumentar por las dudas». Hoy, tras apenas unos meses de inflación moderada (y una devaluación que casi todo el país pronostica), los aumentos por expectativas sólo esperan la autorización para saltar a la cancha. 

El ciclo del mecanismo infernal de la deuda-fuga e inflación está a punto de reeditarse, con la llegada a escena de su tercer integrante. Y un gobierno dispuesto a defender su modelo teórico antes que a admitir la realidad de su fracaso (lo mismo que hizo Domingo Cavallo con la convertibilidad en 2001) sólo puede hacer más dolorosa la crisis.

El fracaso de esta política económica le está saliendo muy caro a la población. Sin embargo, una porción nada menor del costo todavía está por pagarse. La cuenta llega en los primeros días de noviembre, cualquiera sea el resultado para el gobierno de las elecciones del 26 de octubre.

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