Años atrás el sociólogo Juan Carlos Torre advirtió que una de las novedades en los dirigentes políticos hoy en día es “el deslizamiento de la vida pública argentina a lo que yo llamo la “democracia de la gente”. ¿En qué consiste la democracia de la gente? “Un dirigente que dice ‘los escuché’ y su discurso termina ahí”. Torre decía esto porque cree que “el político no debe limitarse a escuchar o leer encuestas para olfatear el humor social, sino a señalar un camino, hacer la síntesis de todas las voces de las personas, a establecer las prioridades”.
A grandes rasgos, y salvando las épocas, costumbres y urgencias, podría decirse que algo así sucedió 50 años atrás, pero con un ministro de Economía en lugar de un político: se llamó Pedro José Bonanni.
¿Qué hizo Bonanni?
Pidió ayuda no bien asumió. Pero directamente que le acercaran propuestas para hacer en vez de “la democracia de la gente” algo así como “la economía de la gente”.
Dijo Bonanni en su primer discurso:
“Como con el esfuerzo mancomunado de todos hemos de encontrar el camino, la excelentísima señora presidente (N.E.: María Estela Martínez de Perón) ha decidido convocar a los trabajadores, empresarios, partidos políticos, gobernadores, diputados y senadores, para que contribuyan a este propósito con la alta inspiración de servir a la Patria…”.
El ministro habló el 30 de julio de 1975, poco más de una semana después de hacerse cargo del ministerio en lugar de Celestino Rodrigo, quien había lanzado un ajuste en el dólar, tarifas y salarios que no había sido el primero de la Argentina pero sí el más trascendente por las magnitudes de la corrección y los efectos.
Con gran expectativa, Bonanni asumió el cargo después de Rodrigo.
El primer dato con el que asumió la cartera fue con la publicación de la inflación mayorista de junio: 42,5%.
La Presidenta se encontraba en reposo y próxima a tomarse una semana de vacaciones de invierno.
Bonanni pidió asesoramiento público.
“Mientras las fuerzas a las que convocamos elaboran sus conclusiones para asesorar al Gobierno en la tarea de formular un plan de emergencia destinado a promover el resurgimiento y desarrollo de nuestra economía -decía el flamante funcionario-, el ministerio a mi cargo ha trazado su programa de acción con vistas a alcanzar los siguientes objetivos”.
Los objetivos por cumplir (todos a la vez) eran los siguientes: 1) justa relación entre precios y salarios; 2) contención del proceso inflacionario; 3) eliminación de las maniobras monopolistas y especulativas; 4) promoción del comercio exterior; 5) equilibrio del balance de pagos; 6) racionalización del crédito; 7) incremento de las inversiones; 8) aumento de la producción agropecuaria e industrial; 9) impulso a las economías regionales; 10) austeridad en el gasto público; y 11) política tributaria equitativa.
“La inauguración de las tareas que se le confían a las fuerzas convocadas -continuó el ministro- se realizará en un acto a celebrarse próximamente para lo cual se cursarán las respectivas invitaciones, en las cuales se solicitará la remisión de las propuestas o iniciativas para la formulación del plan de emergencia y la designación de las personas que intervendrán en las deliberaciones. En esa oportunidad se darán los detalles acerca de la organización de los trabajos”.
Conclusión: el ministro tenía once objetivos de política económica y como no sabía cómo llegar a ellos, convocó públicamente a los principales protagonistas de la economía como cámaras empresariales y gremialistas.
Rodrigo fue el más conocido de los 6 ministros de Economía del gobierno de Martínez de Perón (José Ber Gelbard, Alfredo Gómez Morales, Celestino Rodrigo, Bonanni, Antonio Cafiero y Emilio Mondelli). Su sucesor fue el menos conocido de ellos, a pesar de que era su segunda gestión económica (había ocupado el Ministerio de Hacienda entre el 4 de junio de 1952 y el 19 de setiembre de 1955). Fue, además, la gestión más corta: duró 21 días.
El 9 de agosto de 1975 Bonanni anunció una tregua de precios y salarios, a cuyo efecto, naturalmente, el BCRA acordaría las líneas de crédito y el sistema bancario, arbitraría las normas operativas que correspondieran para satisfacer con la máxima fluidez el financiamiento requerido en la emergencia, todo lo cual no se aplicó porque un par de días después, el ministro renunció.
“El déficit fiscal, otro de los graves problemas de la economía argentina, también puede tener una razonable y progresiva solución. Se necesita con ese fin una política tendiente a la reducción de los gastos que el Gobierno está dispuesto a ejecutar enérgicamente y una política de austeridad”, había dicho.
El déficit fiscal en 1974 había sido 7,7% del PBI. En 1975 alcanzaría su récord: 13,8%.