El XXXIII Congreso AAPRESID arranca este miércoles en la Rural de Palermo bajo el lema “Código abierto”. Todo un hallazgo comunicacional, que refleja la esencia del proceso de generación de valor característico de la Segunda Revolución de las Pampas.
La primera fue la de la conquista territorial, la segunda, la de la conquista tecnológica. Gracias a ella, no solamente la Argentina evitó deshacerse en mil pedazos, sino que marcó el sendero de una nueva agricultura a nivel global. Hace cuarenta años, producíamos 40 millones de toneladas de granos, sembrando 25 millones de hectáreas. Hoy sembramos 35, un 40% más. Pero cosechamos 150, cuatro veces más. Es decir, duplicamos la productividad por hectárea.
Y de esas 150 millones, un tercio es soja, que vale el doble que los cereales. Además, logramos mantener el stock ganadero, a pesar de la cesión de 10 millones de hectáreas a la agricultura. Pasamos del “grassland farming”, la rotación tìpica del siglo pasado, con la ganadería como regeneradora de suelos degradados por las viejas prácticas de laboreo, a la agricultura continua en siembra directa.
Aprendimos a fertilizar, desarrollamos una genética “ofensiva”, diseñando cultivares capaz de responder a una mejor nutrición. Y acoplados de entrada a la era de la biotecnología, con el lanzamiento de la soja RR (primer transgénico a nivel mundial) al mismo tiempo que en los Estados Unidos. La soja RR fue la llave maestra para el desarrollo de la siembra directa, ya que facilitó definitivamente el control de malezas, principal obstáculo para la intensificación que implicaba la agricultura continua. La alianza de las empresas proveedoras de estas tecnologías con los productores se plasmó con el nacimiento de AAPRESID, de la mano del nunca suficientemente ponderado Víctor Trucco.
Desarrollamos la fertilización biológica, con los inoculantes, donde nos convertimos en líderes mundiales, con empresas globales nacidas de la visión de emprendedores locales. En la maquinaria, se multiplicaron los diseños de sembradoras directas, prácticamente desapareció la fabricación de implementos de labranza, ni convencional (arados) ni vertical (cinceles, cultivadores de campo, vibrocultivadores, que nos cautivaban hace 40 años. Y que se siguen viendo en la Vieja Europa. Instrumentos de tortura de los suelos que aquí fueron abolidos por la Asamblea de AAPRESID.
Una epopeya conmovedora, que puso al país en la vanguardia de la nueva agricultura. Cuando empezamos con esto, no se hablaba de cambio climático, ni de emisiones de CO2 en la agricultura ni de emisiones de metano en ganadería. Hoy son los temas que mandan en la agenda ambiental. Muchos del sector se mofan de esta preocupación, sin advertir que para el agro argentino constituye una gran oportunidad.
Gracias a la directa, hemos reducido a la mitad el consumo de combustibles. La biotecnología permitió aumentar los rindes con menos cantidad de insumos por tonelada producida. La intensificación en la ganadería significó menos metros cúbicos de metano por kilo de carne. Un novillo que recibe una ración totalmente mezclada en un comedero es más eficiente económica y ambientalmente que el que se terminaba “a pasto”. Una vaca lechera de 37 litros diarios es mucho más “ecológica” que la misma vaca produciendo 18 litros, como pasaba a principios del siglo XXI.
Esta semana debatiremos sobre todo esto, con Código Abierto. Es el lugar donde no caben las posturas tibias, la de los “validadores” o los apologetas del “no va a andar”. Es el lugar de los audaces, de los que van al frente, de los pioneros que luego siguen los colonos. En esta Argentina tan proclive al “principio precautorio”, hace falta un espacio como el del Congreso de AAPRESID. Ir al frente fue una fórmula ganadora. Pruebas al canto. Manténgase conectado…