domingo, 20 julio, 2025
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Violó a 42 mujeres y mató a 9 de ellas: la historia de Aleksandr Berlizov, el «demonio nocturno» soviético

Entre 1969 y 1973, un temible asesino serial azotó a la ex Unión Soviética con un nombre que pronto sería temido en distintas regiones: Aleksandr Ivanovich Berlizov, conocido popularmente como «El Demonio Nocturno». Su apodo se debía a que solo atacaba mujeres por la tarde o la noche, y llegó a abusar sexualmente a 42 víctimas y matar a nueve de ellas antes de ser atrapado y condenado a muerte.

Berlizov nació en 1946 en Tijorets y, según las crónicas de la época, fue hijo único de padres amorosos y, en su infancia no registró ningún problema que pudiera generar sospechas. Se graduó en una escuela técnica profesional, donde participó activamente en actividades comunitarias, y luego pasó a trabajar en la planta de maquinaria del sur “A. M. Makarov” -antes conocida como Yuzhmash- y a ser parte activa del Komsomol, organización juvenil del Partido Comunista soviético.

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La modalidad que utilizaba para abusar sexualmente a distintas mujeres era sorprenderlas por la tarde y por la noche, pero primero las estrangulaba hasta que perdían el conocimiento o las dejaba inconscientes con golpes de puño. Después las violaba y se escapaba antes de que pudieran verlo; por lo que las autoridades concluyeron que asesinó a nueve de ellas porque -durante el ataque- recobraron el conocimiento y vieron su rostro.

Su primer crimen lo cometió en 1969, cuando ahorcó por la espalda a una mujer con un pañuelo. En otro de sus múltiples ataques intentó abusar de una deportista que no perdió el conocimiento, logró arañarle la cara y lastimarle una oreja, pero no pudo escaparse de él y la mató. Tras ese hecho, decidió tomarse una semana de licencia médica en el trabajo, según consignó el medio Lenta.ru.

«El demonio nocturno» parecía una ciudadano más, y por cuestiones laborales fue transferido a Dnipropetrovsk (hoy Dnipro, parte de Ucrania), donde continuó su actividad criminal con una frialdad quirúrgica. Debido a la gravedad de los casos, el propio Leonid Brézhnev, exsecretario general del Comité Central del Partido Comunista soviético, ordenó movilizar a 3.000 policías de distintas regiones del país.

Pero las investigaciones iniciales fueron infructuosas: los rastros eran escasos y el atacante se desvanecía como un espectro. Las autoridades organizaron rastrillajes y allanamientos en sótanos, áticos, casas rurales y cualquier lugar donde pudiera esconderse cerca de las zonas donde se habían realizado las denuncias. Debido a esta situación Berlizov tuvo que cesar con sus ataques durante un tiempo.

El técnico era aficionado a la criminología y sabía ocultar bien las pruebas. Intentaba no dejar rastros biológicos ni colillas de cigarrillo en las escenas de los hechos y buscaba borrar cuidadosamente sus huellas. Los agentes comenzaron a revisar a personas que habían sido previamente condenadas por delitos sexuales, a otros criminales y hasta gente en situación de calle, mientras los reclamos por inacción aumentaban.

Por otro lado, Berlizov intervenía activamente en el comité local y estaba al tanto de los movimientos policiales, e incluso él mismo había participado y organizado búsquedas con brigadas ciudadanas para dar con «el responsable de las violaciones y asesinatos». Su empleo en Yuzhmash, fábrica de alta seguridad, lo blindaba institucionalmente.

El arresto y ejecución del «Demonio Nocturno»

Cuando su temor a ser emboscado pasó, volvió a realizar diferentes agresiones. Los efectivos empezaron a abandonar la ciudad, volvió al acecho y violó a una nueva víctima. Desde ese momento, varias mujeres de la región dejaron de salir solas de noche para evitar cruzárselo, y además se tomó la decisión de modificar los horarios laborales de las trabajadoras, cancelando los turnos nocturnos para ellas.

Sintiéndose impune a esta altura, Aleksandr Berlizov se animó a atacar a plena luz del día. Eligió una residencia del Instituto Metalúrgico de Dnipropetrovsk, donde alquilaban una habitación el ingeniero Vadim y su esposa Elena, que estaba de licencia por maternidad, cuidando a su hija de seis meses. Mientras su marido estaba en el trabajo, el criminal irrumpió en la habitación y abusó a la joven con el mismo método.

Sin embargo, en un momento de la agresión la víctima recobró el sentido, se hizo la desvanecida y alcanzó a ver la cara del violador antes de que escapara. Elena denunció el hecho ante la policía, expresó que no podía brindar datos que llevaran a determinar su paradero y tampoco sabía cómo hacer para describir su rostro, pero aseguró que lo identificaría si volviera a verlo.

Leonid Brézhnev, ex secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética

El oficial de investigaciones criminales y subdirector del Departamento de Asuntos Internos de Dnipropetrovsk, Anatoli Tokar, optó por acompañarla durante un mes por diferentes lugares públicos, como mercados, bares, restaurantes y plazas, para que pudiera reconocerlo entre la multitud. Finalmente lo localizaron en un tranvía, y aunque no lo atraparon pudieron realizar un retrato que permitió su captura posterior.

El caso -seguido de cerca por Brézhnev- fue investigado por el agente Ivan Gladush, que más tarde sería ministro del Interior de la URSS y que señaló que el fiscal se negó a emitir la orden de arresto contra el violador y femicida al considerar que la Yuzhmash era una instalación estrictamente secreta y que allí trabajan personas meticulosamente investigadas y elegidas para los cargos. Pero al vigilarlo de cerca observaron que Berlizov llevaba un calzado muy característico, se trataba de unos zapatos importados cuyos rastros coincidían con los hallados en el lugar del crimen.

Se procedió a hacer un registro en la vivienda del sospechoso para dar con los zapatos, y allí encontraron un libro que había tomado de la casa de Elena, además de otros objetos «que se llevaba como trofeo» luego de perpetrar sus crímenes. Los investigadores además hallaron otros elementos en la casa de los padres de Berlizov, que se habían mudado a Stavropol.

Con todas estas pruebas en su contra, Berlizov fue detenido en agosto de 1973 y se lo sometió a análisis psiquiátricos que concluyeron que sabía perfectamente lo que hacía. Un tribunal lo declaró culpable de nueve asesinatos y 42 violaciones, lo condenó a muerte y fue ejecutado en el centro de detención de Dnipropetrovsk, en julio de 1974.

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