Desde hace décadas, China ha consolidado un polémico programa diplomático en torno a uno de sus tesoros más emblemáticos: los osos panda. Estos animales, nativos de las laderas montañosas cubiertas de bambú en el centro-sur de China, son considerados un símbolo nacional.
Además de ser una especie en peligro de extinción, los osos panda son usados como herramienta crucial para la política exterior china, en lo que se conoce como “diplomacia del panda”.
El régimen chino ejerce un control estricto sobre la población de osos panda. Todos los ejemplares que residen en zoológicos fuera de sus fronteras son cedidos bajo acuerdos de alquiler, generalmente por un período de 10 años y con un costo anual aproximado de un millón de dólares por oso panda, según reveló The New York Times.
Este control incluye a las crías nacidas fuera del país, que también son consideradas propiedad del gobierno chino y deben ser devueltas eventualmente.
El objetivo oficial de estos acuerdos es fomentar programas de conservación y reproducción en colaboración con científicos internacionales. Sin embargo, este mecanismo también asegura que China mantenga su influencia sobre la distribución global de los pandas. En este contexto, los animales no son solo un símbolo de conservación, sino una herramienta para proyectar poder y control en el ámbito diplomático.
El mantenimiento de un oso panda gigante implica compromisos financieros significativos. Además del pago anual a China, los zoológicos internacionales deben cubrir los costos asociados con su cuidado, alimentación y salud. El bambú, que constituye el 99% de la dieta de un oso panda, es particularmente costoso y debe importarse en grandes cantidades.
El cuidado de estos animales también requiere personal especializado, desde veterinarios hasta cuidadores capacitados en el manejo de osos panda. Estos esfuerzos son presentados como parte de los programas de conservación, pero también destacan las condiciones estrictas que impone China para garantizar el bienestar de sus “embajadores de bambú”.
La diplomacia del oso panda tiene sus raíces en 1949, cuando la República Popular China comenzó a utilizar estos animales como regalos para consolidar relaciones con aliados y rivales. Uno de los primeros casos emblemáticos ocurrió en 1957, cuando Mao Zedong regaló dos osos panda, Ping Ping y Qi Qi, a la Unión Soviética para conmemorar el 40.º aniversario de la Revolución de Octubre.
En la década de 1970, los osos panda comenzaron a desempeñar un papel más destacado en la política exterior china. En 1972, pocos meses después de que Richard Nixon visitara China en un esfuerzo por normalizar las relaciones con Estados Unidos, el país recibió como obsequio a Hsing-Hsing y Ling-Ling, una pareja de pandas que marcó un hito en las relaciones bilaterales.
Sin embargo, en 1984, la estrategia de regalar osos panda fue reemplazada por un modelo de préstamo, por el que los zoológicos internacionales debían pagar cuotas significativas para albergar a los animales. Este cambio marcó un punto de inflexión, transformando a los osos panda en símbolos tanto de cooperación diplomática como de inversión económica.
En las últimas décadas, detalla The New York Times, el préstamo de osos panda ha coincidido con importantes acuerdos comerciales entre China y los países receptores. Por ejemplo, en 2009, Australia recibió osos panda en préstamo en un contexto donde se negociaban contratos de uranio. De manera similar, Canadá y Francia obtuvieron osos panda en 2012, poco después de cerrar acuerdos lucrativos relacionados con recursos energéticos. En Escocia, la llegada de dos osos panda al Zoológico de Edimburgo coincidió con contratos para exportar carne de salmón, vehículos Land Rover y tecnología energética a China.
Estos acuerdos reflejan cómo los pandas han evolucionado de ser un regalo simbólico a convertirse en instrumentos de influencia estratégica, utilizados para reforzar las relaciones económicas mientras promueven la imagen de China como líder en conservación.
El régimen de China ha utilizado los osos pandas como una herramienta para expresar el descontento diplomático. Un ejemplo notable ocurrió en 2010, cuando dos cachorros de panda nacidos en Estados Unidos fueron devueltos a China pocos días después de que Barack Obama se reuniera con el Dalai Lama, a pesar de que inicialmente debían permanecer más tiempo en el país.
Más recientemente, en 2023, la devolución de Tian Tian, Mei Xiang y su cachorro Xiao Qi Ji a China marcó un momento significativo en las tensiones diplomáticas entre China y Estados Unidos. Esta medida subrayó cómo la política de los pandas sigue siendo un reflejo de las relaciones bilaterales, donde gestos aparentemente simbólicos tienen implicaciones políticas profundas.
Sin embargo, la llegada de nuevos osos panda a San Diego y Washington DC demuestra que esta diplomacia sigue siendo una herramienta activa. China continúa utilizando los osos panda no solo para proyectar influencia, sino también para suavizar relaciones tensas y reforzar su posición como un actor clave en la política global.
Los osos panda no son simplemente embajadores de la conservación, sino piezas clave en el ajedrez diplomático de China. Desde sus primeros regalos en la década de 1950 hasta los acuerdos contemporáneos que combinan diplomacia cultural y beneficios económicos, estos animales reflejan la capacidad de China para conectar su patrimonio natural con su estrategia política y comercial. En este contexto, los osos panda son mucho más que animales emblemáticos: son símbolos vivientes del poder blando de una nación en constante expansión.