lunes, 27 enero, 2025
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Formosa, el imperio del mal (PARTE I)

Desde 1995, la provincia de Formosa es gobernada por un personaje digno de las novelas de Miguel Ángel Asturias, Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, por mencionar algunos de los escritores enrolados en el “realismo mágico latinoamericano”. Cabe sumar el período transcurrido entre 1987 y 1995, cuando el protagonista de esta historia fue vicegobernador de Vicente Bienvenido Joga.

Se trata de Gildo Insfran, el personaje que el talento de un gran novelista podría retratar en ese Macondo en que ha convertido a Formosa durante su larga permanencia en el poder. Insfrán contabiliza casi 38 años al frente de la provincia, sumando los dos períodos previos como vicegobernador. Es responsable de un lamentable régimen feudal en pleno siglo XXI.

Pocas cosas hay más contrarias al sano espíritu republicano que un gobierno prolongado, agravado, tanto en Formosa como en otras provincias, por una división de poderes que es una mera ficción

Esto ha sido posible por el contagioso y nefasto virus del reeleccionismo que se desató en el país al poco tiempo del restablecimiento de la democracia. Eduardo Angeloz, en 1987, en Córdoba, hizo punta con este mal que no ha reconocido diferencias partidarias. Formosa reformó la constitución en 1991, al finalizar el primer mandato de Joga, estableciendo dos períodos consecutivos para los de gobernador y vicegobernador. En algunas provincias se habilitó la reelección a tres períodos y en otras –La Rioja, Santa Cruz, Catamarca– pasó a ser indefinida.

En el caso de Formosa, al suceder Insfrán a Joga, el Superior Tribunal de la provincia aprobó una acordada por la que estableció que Insfrán solo podía gobernar un período, es decir le estaba vedada la reelección. Su reacción fue detener al presidente del Superior Tribunal y hacer votar su destitución por los otros jueces.

La Legislatura reaccionó reincorporando al titular del tribunal e inició juicio político a Insfrán, pero se la declaró en receso impidiendo así que continuara sesionando. Años después, al vencer ese segundo mandato irregular, este gobernador de profesión veterinario y que considera a los ciudadanos como a un ganado al que pretende llevar de las narices, logró la reforma del artículo 132 que habilitó la reelección indefinida.

En respuesta a la Corte Suprema, que declaró inconstitucional la Constitución formoseña, Insfrán azuzó con que “ningún porteño” va a decir quién tiene que gobernar la provincia. Su fantasía e ignorancia parecen no tener fin. La Corte no es porteña y ni siquiera lo son sus integrantes

Llama la atención la indiferencia de la dirigencia nacional ante estos atropellos a la letra y el espíritu de nuestra Ley Fundamental. Su artículo quinto establece que “cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo a los principios, declaraciones y garantías de la Constitución nacional y que asegure la administración de justicia, su régimen municipal y la educación primaria. Bajo estas condiciones el gobierno federal garantiza a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones”.

Pocas cosas hay más contrarias al sano espíritu republicano que un gobierno prolongado, agravado, tanto en Formosa como en otras provincias, por una división de poderes que no es más que una ficción. Empeora la situación de los habitantes de esos distritos la colonización de la justicia federal por parte de los gobernadores, gestores de acuerdos espurios con el gobierno nacional, con resultado de concursos que no se respetan pues, generalmente, suelen ser elegidos los amigos, aunque hayan obtenido las calificaciones más magras. Ese control del Poder Judicial permitió salir indemne a Insfrán del escándalo de la consultora vinculada al exvicepresidente Amado Boudou cuando el controvertido juez federal Ariel Lijo remitió el expediente relacionado con la participación del gobernador en ese negociado a su propia provincia, asegurando así su impunidad.

Insfrán invoca el federalismo para defender su concepción patrimonialista del poder y sostiene que las provincias “son anteriores a la Nación”. En su conveniente desconocimiento de las instituciones confunde federalismo con confederalismo como sistema. El federalismo no es una agrupación de Estados soberanos.

En cuanto a que las provincias son anteriores a la Nación, pretende ignorar que Formosa fue un territorio nacional hasta 1955, cuyos límites fueron fijados desde la Nación y que pudieron haber sido distintos, como sucedió con el territorio de Los Andes, repartido entre Catamarca y Salta.

Como suelen repetir otros prepotentes caudillejos cuando se pone freno a sus tropelías, Insfrán se despachó con un tan absurdo como pendenciero “no nos van a decir los porteños quién va a gobernar Formosa”. Le respondía así a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que el mes pasado declaró la inconstitucionalidad de la reelección indefinida del gobernador. La Corte no es un organismo porteño y tampoco sus miembros lo son. Tres de los cuatro integrantes del máximo Tribunal que entonces fallaron en ese sentido no solo son provincianos, sino que desarrollaron su vida académica, profesional y política en Santa Fe y Córdoba.

Previamente a la declaración de inconstitucionalidad, Insfrán había logrado que la Legislatura, a la que domina ampliamente, sancionara una nueva ley de reforma constitucional para poder seguir perpetuándose en el poder mediante nuevas argucias.

Habría que recordarle a este nefasto cacique una frase de Hipólito Yrigoyen cuando lo acusaron de violar el federalismo “Las autonomías son de los pueblos, no de los gobernantes”.

Mañana: Asfixiante y perverso Estado provincial

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