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La mayoría de los vecinos de Villa Ortúzar que pasa por el frente del gran edificio de la calle Tronador desconoce que, puertas adentro, existe un estudio de televisión donde, cada viernes, se graban los programas La noche de Mirtha y Almorzando con Juana, las apuestas más fuertes de los fines de semana de eltrece.
LA NACIÓN fue testigo privilegiado de la dinámica de ese territorio infranqueable. De esa trinchera desde donde emergen declaraciones explosivas, testimonios significativos; donde la opinión pública suele poner su ojo atenta a la agenda que marcan las revelaciones que surgen frente al pan y el vino bien servidos, como un ritual bíblico y mediático. Espiar por la mirilla qué sucede tras los bastidores de la escenografía resulta, por cierto, bien interesante. Algo así como escudriñar la cocina -nunca mejor utilizado el término- de un fenómeno único de perdurabilidad.
Como una fábrica que va calentando motores a medida que transcurren los minutos, el ritmo se acelera en una cuenta regresiva dentro de esa usina sin chimeneas donde se registra el formato televisivo -tan incorporado en el público argentino- pero inusual e infrecuente en el mundo, al punto tal de formar parte de un récord internacional único.
Desde la media mañana y hasta última hora de la tarde, Mirtha Legrand y Juana Viale llevarán adelante las grabaciones de las emisiones que saldrán al aire durante el inmediato fin de semana que está por despuntar. “Pocas veces estuve tan feliz y tan contenta haciendo mi trabajo”, reconoce Mirtha Legrand a LA NACIÓN. Juana Viale, a su turno, manifiesta su satisfacción por timonear la proeza de continuar la dinastía: “Estoy muy agradecida al público que he cautivado; a todos los que han quedado como espectadores fieles”.
Las “mesazas” desafían los tiempos y siguen tan vigentes como cuando nacieron aquel 3 de junio de 1968, por iniciativa de Alejandro Romay y bajo el mote de Almorzando con las estrellas. Y si esa permanencia es llamativa per sé, aún más atrayente es que una de sus conductoras ejerza su rol de manera impecablemente lúcida y vital a sus 97 años.
Mirtha y Juana, abuela y nieta -otra curiosidad en el universo de la mass media del mundo- irán desgranando ante LA NACIÓN sus pensamientos y reflexiones sobre la propia tarea, esa simbiosis de fórmula perfecta entre programa de actualidad, cónclave y confesionario público.
Si el director de cine italiano Federico Fellini sostenía que “la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”, el artista plástico estadounidense Andy Warhol levantaba las banderas de defensa y afirmaba que “la inspiración es la televisión”. Apelando a su solvencia académica, el sociólogo francés Alain Touraine, auguró con vistas a un futuro apocalíptico que “la televisión será la base de la opinión pública, ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada”. Ni tanto ni tan poco.
La noche de Mirtha y Almorzando con Juana son verdaderos íconos de ese ecosistema que, aún en crisis, sigue siendo caja de resonancia inapelable y el engranaje que fomenta la masividad por excelencia. Ingresar a la intimidad de la grabación de estos ciclos permite pensar en una televisión abierta viva, que lejos está de morir -a pesar de algunos detractores- y que sigue interpelando al espectador.
“Ambos programas son generadores de conversación y agenda, y son amplificadores de muchos temas. En la televisión actual son un lugar donde se le da valor a la palabra. Los invitados vienen y hablan, tienen un espacio para contar lo que hacen y sus vivencias”, sostiene Nacho Viale, uno de los responsables de StoryLab, la compañía que produce los formatos. Su socio Diego Palacio entiende que “los programas generan tema y repercusión en la televisión abierta, en el cable y en redes; impulsan conversación y esa conversación es sinónimo de una audiencia en diferentes planos”.
Un móvil de exteriores estacionado en la calle, que oficia de sala de control, y un incesante tráfico de técnicos que entran y salen da cuenta de los preparativos. Dentro del set, el equipo de producción trabaja alineado en diversas tareas, desde ultimar los detalles del contenido periodístico con Juana Viale, quien grabará el programa desde poco antes del mediodía y antes que lo haga su abuela Mirtha Legrand, hasta los responsables de redes y quienes se encargan de recibir a los invitados.
En el estacionamiento interno, donde se ubicará el vehículo que trasladará a Mirtha Legrand desde su piso de Palermo, conducido por Marcelo, su histórico chofer, ya descansa la moto de Nacho Viale. Salvo la productora ejecutiva Luz Gago y la productora Marita Tedeschi, históricas del staff del programa, el resto del equipo no supera los cuarenta años. En este sentido, Nacho Viale argumenta que “renovamos recursos humanos con un equipo joven que también a nosotros nos permite indagar y bucear en temas actuales”.
Juana Viale arriba poco antes de comenzar a grabar. “En una hora hacemos chapa y pintura y salimos”, explica la hija de Marcela Tinayre, quien al referirse a Mirtha Legrand dirá un natural y lógico “la abuela”.
Esos sesenta minutos de antelación con los que llega al estudio Viale, conforman el tiempo suficiente para la sesión de maquillaje y peinado y despojarse de su outfit sumamente informal para vestirse con el diseño de Gino Bogani elegido para la ocasión. A veces, la animadora se hace presente pedaleando su propia bicicleta.
“La gente me ve a mí, pero, detrás de cámara hay un equipo gigante. Pareciera que todo sucede por ósmosis, pero no es así”, reconoce Juana con gratitud hacia la decena de colaboradores que conforman el equipo de producción: “Estamos cerrando un año de almuerzos maravilloso”.
“La temporada 2024 fue una de las más prolíficas de los últimos tiempos. Después de 100 programas podemos concluir que se trata de un gran año. Tanto La Noche de Mirtha como Almorzando con Juana apuntan a tener en la mesa las personalidades más importantes y eso lo definimos en función de la relevancia semanal que cada invitado tiene para ocupar su lugar en la mesa”, dice Diego Palacio.
Cada cual atiende su juego. A medida que la mañana avanza, se suma más gente al set, pero no hay nerviosismo ni corridas estresantes, tan habituales en el medio. Se percibe una sensación de relax y hasta cierta atmósfera festiva. Iluminadores testean los focos y los camarógrafos comienzan a “poner a punto” las cámaras. Si esta es la dinámica lógica en la previa de todo programa televisivo, en este caso, dada la idiosincrasia del ciclo, comienza a percibirse el aroma sabroso de los platos que está preparando la chef Jimena Monteverde.
“Pienso los menúes con una semana se anticipación, pero, en ese trayecto, algo puede variar de acuerdo a los invitados”, sostiene la cocinera. Diestra en el manejo de las cámaras y el timing televisivo, Monteverde ejercita una dinámica diferente de acuerdo a cada una de las conductoras.
“Trabajar con Mirtha o con Juana son dos cosas totalmente distintas, incluso los invitados son diferentes. He logrado muy buena vibra con ambas y, más allá de la comida rica, está bueno todo lo otro. Tengo cierta diferencia de relación entre una y otra, sobre todo por una cuestión generacional”, sostiene Monteverde, sin descuidar su mirada de las hornallas y dándole indicaciones a su propio equipo, como si se tuviese que cumplir con la comanda de un restaurante.
Acá no corre el concepto “utilería”. Todo es real. La cocina está muy bien montada, tal como se aprecia cuando Juana Viale se acerca a ese sector para preparar una “recetaza” junto a la chef y alguno de sus invitados.
También los objetos que decoran la escenografía son valiosos y, rápidamente, instalan al visitante en una atmósfera real. Portarretratos, jarrones, cuadros, lámparas, moquet, arreglos florales. Las imágenes de Daniel Tinayre y de Mirtha con su familia enmarcan el espacio. De tan auténtica que resulta la puesta en escena, el visitante desprevenido puede sentir que ingresa a la casa de la diva, que no difiere demasiado de la ambientación del estudio.
Mirtha y Juana comparten el camarín, aunque difícilmente se crucen. Cuando la nieta desensilló para partir rauda, su abuela generalmente se encuentra desandando el camino hacia el set. “Ninguna de las dos es difícil, pero, es cierto que ambas tienen personalidades fuertes, con carácter”, explica Nacho Viale, quien, dado el parentesco, conoce como nadie las “mañas” de las estrellas del ciclo.
“En diez minutos grabamos”, anuncia el director. Los invitados de Almorzando con Juana ya fueron recibidos por la producción. Algunos de ellos llegaron “de civil” y recurrieron a los camarines acondicionados para que pudieran cambiarse. Un estar montado detrás de la escenografía oficia de “sala de espera”. También Jimena Monteverde pasó por la sala de vestuario y maquillaje. Luce impecable y no pierde la sonrisa ni siquiera cuando algún integrante de la producción prueba el menú sin pedir permiso.
“Juana es vegetariana, así que tenemos que pensar un menú para ella. De todos modos, ahora hay una gran movida al respecto, así que algunos invitados se suman a eso. Muchas de las personalidades que visitan los programas me conocen del medio, así que me piden qué quieren comer. Acá se los malcría, tratamos que siempre todos coman rico”, argumenta Monteverde.
“¿Llamaron a Juani?”, pregunta una productora y otra sale rauda en busca de la conductora. Para el equipo, Juana es “Juani”.
“Hacer el programa lo vivo con mucha naturalidad, sin hacerme demasiadas preguntas al respecto. De pronto, la abuela dejó de hacer los almuerzos porque se quedó sólo con la noche y el programa comenzó a llamarse Almorzando con Juana, pero no analizo si hay una impronta propia, lo hago, se transita, es”, afirma Viale, quien, este año, también se lució en Juana, pieza teatral dirigida por Chevi Muraday que le exigía una gran preparación física y la concentración para decir textos de plumas como Sor Juana Inés de la Cruz, Juana Azurduy y Juana de Arco, entre otras.
Viale se hizo cargo de la conducción del programa cuando, debido al confinamiento impuesto por la pandemia de Covid, Legrand, por una cuestión etaria, no pudo continuar desarrollando su tarea. La convocatoria de Nacho Viale, casi un ruego, dio sus frutos y, en poco tiempo, y en una época de un contexto sumamente difícil, su hermana comenzó a imponerle su sello al espacio.
“Si bien, durante la semana me mandan la data de todos mis invitados, también trato de estar informada, atenta a lo que pasa en la actualidad, porque, en la mesa, seguramente se toque ese tema de relevancia del que se está hablando”, explica Viale. Además, la conductora reconoce que “la dinámica de la mesa se da a partir de la energía de cada invitado. Están los que se animan a hablar más, a formar parte de una conversación, y otros que, por timidez, no participan si no se les pregunta. Eso una lo va descubriendo a medida que se va haciendo cada programa”.
“El nuestro es un espacio donde lo que cautiva es la conversación para entretener, por lo tanto, es sumamente relevante quién participa y la interacción que existe entre todos”, entiende Nacho Viale.
Diego Palacio reconoce que “hace varios años que Juana encontró un estilo propio y le dio una impronta clara a los almuerzos, tiene todas las herramientas para hacer un gran programa, sea cual sea el tema, su evolución es constante. No es fácil la sombra de Mirtha y ella supo imponer un estilo que gusta, incluso cuando le tocó hacer los dos programas”.
Antes del mediodía comienza la grabación de Almorzando con Juana. La conductora, que saludó a sus comensales antes de hacerlo frente a las cámaras, recupera el ritual del saludo a la vista del público. Luego llegará el momento de la mesa y de un programa que, si bien es fiel al formato ideado a la medida de la abuela Mirtha, lleva también la impronta de su nieta.
Parece un almuerzo de viejos camaradas. Y, si al aire, todo se percibe distendido, en el corte el clima es similar. Juana Viale aprovecha para probar la comida y algún invitado sale corriendo hacia el toilette. La conductora conversa con todos y, de pronto, una carcajada hace temblar la mesa.
Nuevamente en rodaje, una de las asistentes retira los platos antes de servir el postre. Algunos comensales no probaron bocado. No es fácil estar frente a las cámaras y, en simultáneo, entregarse a la paleta de sabores propuesta por Monteverde: “Muchos quieren repetir o llevarse lo que no comieron, así que les armamos la viandita”.
Indudablemente, formar parte de las mesas es una búsqueda aspiracional para todo aquel que lleve adelante una tarea con relevancia pública. “El desafío es enorme cada semana, ya que tenemos que acercarnos a los mejores invitados posibles y tratar de estar alineados con los temas que generan conversación. Hay temas que nos interesa plantear en la semana y, quizás, la coyuntura de nuestro país, nos mueve hacia la actualidad. Siempre buscamos un balance”, dice Palacio.
Para Nacho Viale, quien se crio en torno a esa mesa que nació coronada por “rosas rococó rosadas”, la elección de los nombres que acompañaran a su abuela o a su hermana tiene una lógica que no es matemática: “Lo extraordinario es que Mirtha siempre está un paso adelante. Ella tiene un sexto sentido, un olfato de conducción que nunca falla y es una gran guía. Además, conoce a los invitados como nadie y eso nos garantiza que, a la hora de grabar, vayamos con mucha seguridad. Es necesario que la televisión vea reflejada su influencia, como miles de ´views´ y que se vea beneficiada en cómo impacta en otros medios su repercusión; hoy, todo eso es posible con metadata”.
“No tengo ´no´, siempre es ´sí´, que vengan todos. Me gusta todo tipo de invitados. Definirlos como ´artistas´ o ´políticos´ es colocarles una etiqueta, ya que se trata de personas, eso es lo que importa”, afirma Juana.
Finalizada la grabación de Almorzando con Juana, algunos invitados se cambian de ropa y otros buscan la calle con el mismo atuendo elegante que lucieron frente a cámaras. Todos se van con varios regalos en sus manos, gentilmente dados por una productora que oficia de chaperona.
A la velocidad de la luz, Juana Viale también pisa la vereda. Sin cruzarse con su abuela, se aleja de ese universo en el que fue figura. A cara lavada y con estricto perfil bajo, casi que pasa inadvertida por los empedrados de Villa Ortúzar.
Ahora es el tiempo de su abuela, la gran diva que llega al set minutos después que su nieta abandonó el edificio. Los portones del garaje se abren y allí llega Mirtha Legrand con un traje sastre de perfecto diseño. Junto a ella, su histórica asistente Elvira y la maquilladora Gladys Andrade.
“Todos los viernes la voy a buscar a la casa, de donde sale maquillada y peinada, y, al llegar al estudio, se viste en su camarín y se hacen los últimos retoques”, adelanta Héctor Vidal Rivas, el asesor de vestuario de la diva que también la acompaña hasta el estudio.
“El balance de este año es excelente, diez puntos. Me fue muy bien, estoy contenta. Me encanta la televisión, hacer este programa, tener el equipo que tengo, el estudio que utilizamos este año y trabajar con Nacho. Estoy feliz. Además, me encanta el amor del público, por eso, la leyenda continúa”, dice Mirtha Legrand con amplia y característica sonrisa de dientes blanquísimos y destellantes.
Antes de cerrar la puerta de su camarín, la diva confiesa: “Vengo a grabar con más ganas que antes, toda la semana estoy deseando que llegue el viernes para hacer el programa”. En sintonía con su nieta, “La Chiqui” confiesa que “ahora estoy preguntando más sobre sus familias, trato de hacerlo cariñoso, menos directo o televisivo, y más humano”. Desde ya, hay excepciones como el incisivo interrogatorio con el que acorraló a Roberto García Moritán, exmarido de la modelo Carolina “Pampita” Ardohain, quien no la pasó nada bien el sábado pasado, cuando visitó a la estrella de eltrece.
Fiel a su estirpe obsesiva, Mirtha recuerda que “preparo el programa a la noche, en mi casa. A veces, me quedo hasta las cuatro de la mañana leyendo el currículum de mis invitados. Sé perfectamente quiénes son las personas que están sentadas en la mesa. Sé qué hacen, a qué se dedican y me interiorizo mucho sobre sus vidas”.
La puerta del camarín se cierra y, dentro de ese recinto infranqueable, Legrand cambiará su outfit, especialmente ideado por su asesor de vestuario Héctor Vidal Rivas.
“Llevo cincuenta años junto a Mirtha. Estoy permanentemente a su lado y ya siento que somos familia”, confiesa Vidal Rivas.
Mirtha Legrand siempre hizo gala de su elegancia y su estricto sentido de la estética, pero eso no es un escollo para el estilista: “Ella sabe muy bien qué le gusta ponerse y, a esta altura, sé muy bien qué diseñador tengo que elegir para que le haga las prendas que sé que le van a gustar”.
Salvo cuando hizo su reentré a la televisión por la pantalla de ATC (Argentina Televisora Color) en 1990, ocasión en la que lució el diseño de un modisto londinense, “La Chiqui” siempre apostó por la industria local. “Nos manejamos con muy pocos diseñadores, solo los que más la conocen y hasta tienen maniquíes con las medidas de ella, antes, yo elijo las telas y el diseño”, describe Vidal Rivas, quien los martes o miércoles se acerca hasta el domicilio de Mirtha, sobre la Avenida del Libertador, para probarle los dos vestidos que serán las opciones de vestuario para lucir en su programa de la semana siguiente. Cuál será el traje con el se mostrará ante cámaras puede ser una decisión que tome minutos antes de salir al aire.
“Los ´no´ de Mirtha son los colores bordó y verde botella. A veces, le quiero cambiar el look y ella se resiste. ´¿Cómo me vas a poner eso?´, me dice, pero, los sábados a la noche, luego de verse en el programa, me termina confesando ´siempre me la ganás´”.
“Mirtha y Juana se autoexigen y nos exigen como productores tener los mejores invitados”, reconoce Diego Palacio. “Por suerte, contamos con un gran equipo de producción que busca semanalmente los personajes relevantes y que se esmera mucho todos los días”, afirma Nacho Viale.
Hace algunas semanas, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner elogió la lucidez de la conductora. De todos modos, Legrand no baraja sentarla en su mesa como hizo años atrás. “No la invitaría, porque no me gustaría discutir. Ella es una buena discutidora. No es que me sienta menoscabada, pero, a una expresidenta hay que tenerle respeto”.
En cambio, sí se muestra partidaria de volver a recibir al presidente Javier Milei, quien ya se sentó en su mesa en dos oportunidades. “Me gustaría tener al Presidente de vuelta. Conmigo fue muy amable, afectuoso y muy educado. De todos modos, fui crítica de su gobierno, le dije unas cuantas cosas, pero él las aceptó muy bien. Cuando se iba, escuché que le decía a Fátima (Florez) ´esta señora hace cada pregunta´. Nunca supo que lo escuché”.
Los responsables de StoryLab coinciden que “es sumamente importante para el programa que un presidente venga. En el caso de Javier Milei, no hubo ningún requisito de su parte, todo lo contrario, fue sumamente sencillo, incluso sin asesores ni nada, destacamos esto porque la política se transformó en un entretenimiento donde, muchas veces, falta conversación y disenso. Todos los presidentes han pasado por el programa y han hecho declaraciones que perduran en el inconsciente colectivo, salvo el que se fue recientemente… mejor que no vino”.
En torno a la visita del presidente Milei, Monteverde recuerda que “pidió un plato con carne y, como sé que no les gusta las papas fritas, evité incluirlas en el menú; comió mucho y eso, para un cocinero, es un halago”.
Profesional como pocas, Mirtha no solo no se pierde detalle de lo que sucede en la grabación, sino que el sábado por la noche continúa “trabajando” en su casa: “Cuando sale el programa, no salgo, quiero verlo. Me quedo solita en mi cuarto, para que nadie me moleste, así me veo todos los defectos para corregir. Soy autocrítica. Aunque, la verdad, después, en el aire, no corrijo nada, sigo haciendo todo igual”.
Ver a Mirtha ingresar al set resulta conmovedor. Técnicos, productores y asistentes estallan en un aplauso cerrado, mientras la diva va en busca de su lugar. Lo mismo hacen los invitados, quienes reciben a la anfitriona de pie. La energía del lugar cambia. Se suman más colaboradores y los acompañantes de los invitados.
“Me emociona muchísimo que, espontáneamente, mis compañeros y los invitados me aplaudan. Es un reconocimiento que agradezco mucho, me encanta”. En pocos segundos, las miradas de un centenar de personas se depositan sobre la actriz que hizo su primer protagónico en cine a los 14 años cuando rodó el film Los martes orquídeas junto a Juan Carlos Thorry.
Sentada en su lugar y antes de comenzar a grabar, Mirtha les dirá a los comensales: “Pueden intervenir en todo momento” y los conmina a “vamos a ganar la audiencia, ¿me entendieron?”. Y todos ríen ante la directiva. “Cuando quiera señor director”, ordena Legrand e inmediatamente, comienza a sonar el tema “Emperatriz” compuesto por el maestro Luis María Serra. Campana de largada para la “mesaza”.
Antes de finalizar el segundo bloque, un camarógrafo susurra azorado ante la “mise en scène”: “Va al hueso está afiladísima”. Y tiene razón.
En las últimas semanas trascendió que, durante el mes de febrero, a modo de lanzamiento del año, los programas podrían volver a emitirse desde Mar del Plata, como tantas veces lo ha hecho Mirtha Legrand, una fanática de esta ciudad. “Sería muy lindo poder lograrlo. Está la voluntad de la productora y de eltrece y, lo más importante, tanto Mirtha como Juana quieren estar en Mardel haciendo el programa”, adelanta Nacho Viale.
“Este año, logramos muy buenos resultados. El canal está siempre a favor mío, me apoya muchísimo, son todos muy cariñosos, nunca me dicen nada, no hay sugerencias para no invitar a alguien o decir tal o cual cosa, tengo libertad absoluta”, confiesa Mirtha.
En la misma dirección, su nieto reconoce que “la relación con Adrián Suar y Pablo Codevilla, en su rol de programadores, es muy buena. Ellos están muy contentos con los dos programas y siempre tienen una mirada ´productiva´ a la hora de hacer aportes y comentarios. Todo el canal se esfuerza a la par nuestra”.
Mirtha se toma la “postal de familia” junto a sus invitados y, antes de retirarse del estudio, no puede con su genio y afirma: “Un poco de pimienta y picardía viene bien cada tanto”. Antes de subirse a su automóvil, sin cambiarse el vestido de Claudio Cosano que lució al aire, se sonríe ante un camarógrafo que le grita “bravo, doctora”, en relación al título Honoris Causa que le entregó la Universidad de Buenos Aires. Allí va Mirtha. La leyenda continúa…
Tras una larga internación que lo mantuvo alejado de los escenarios durante gran parte del año, Roly Serrano será uno de los invitados del último programa de La noche de Mirtha. También se sentarán en la mesaza de este sábado 28 el actor y conductor Federico Bal, la actriz Rocío Marengo y el futbolista y goleador de la Copa Sudamericana Adrián “Maravilla” Martínez.
Almorzando con Juana, en tanto, tendrá como invitados este domingo 29 al conductor Leo Montero, al cantante de cuarteto Luck Ra, al actor y conductor Nazareno Casero, y a la actriz y cocinera Sofía Pachano.
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