Adam Smith nació en Escocia en 1723, perdió a su padre antes de nacer y fue criado por su madre, Margaret Douglas, quien le brindó una sólida educación. Estudió en la Universidad de Glasgow y más tarde en Oxford, donde se formó en filosofía, ética y las ideas de la Ilustración escocesa. Desde esta base filosófica, Smith desarrolló una visión de la conducta humana que fusionaba el interés propio con la empatía, sentando así las bases de sus reflexiones sobre la sociedad y la economía.
La Teoría de los Sentimientos Morales.
Smith exploró en esta obra cómo los seres humanos, movidos por emociones como la empatía, construyen orden social y justicia. Introdujo el concepto del “espectador imparcial”, un árbitro interno que nos guía hacia comportamientos éticos al imaginar cómo seríamos juzgados por otros. Aunque el interés propio juega un rol central en nuestras acciones, Smith argumenta que este se ve moderado por la empatía y la búsqueda de aceptación social, promoviendo el bienestar colectivo.
La justicia, según Smith, es el pilar mínimo para evitar el colapso de la sociedad, mientras que virtudes como la generosidad son esenciales para alcanzar una convivencia más próspera. En resumen, su teoría describe un equilibrio entre el interés propio y las normas sociales que facilitan la cohesión social.
La Riqueza de las Naciones.
Dos décadas después, Smith aplicó estas ideas al ámbito económico en La Riqueza de las Naciones. Argumentó que los mercados pueden generar prosperidad colectiva a través del interés propio, pero siempre bajo un marco de justicia y confianza social. La famosa “mano invisible” no implica la ausencia de regulación, sino que los mercados solo funcionan bien cuando se basan en principios éticos, como el cumplimiento de contratos y la transparencia.
Así, ambas obras son complementarias: mientras que La Teoría de los Sentimientos Morales define los fundamentos éticos de las relaciones humanas, La Riqueza de las Naciones analiza cómo esas dinámicas influyen en la producción y el comercio.
El Dilema de los Comunes.
El Dilema de los Comunes, descrito por Garrett Hardin en 1968, plantea cómo los recursos compartidos tienden a ser explotados en exceso cuando los individuos priorizan su propio interés sobre el bien común. Aunque Smith no escribió sobre este dilema, su pensamiento ofrece claves para enfrentarlo.
Smith reconocía que el interés propio debe moderarse por normas éticas y sociales. En La Teoría de los Sentimientos Morales, el espectador imparcial puede actuar como una guía para prevenir la sobreexplotación de recursos comunes, promoviendo un sentido de responsabilidad colectiva. Este marco ético es esencial para evitar colapsos como los que describe Hardin.
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Un ejemplo clásico del Dilema de los Comunes es un pastizal compartido por varios pastores. Si cada uno actúa en su propio interés y aumenta sus rebaños sin límites, el pastizal se degrada y todos pierden. Smith probablemente habría argumentado que un equilibrio ético y normativo podría prevenir este resultado.
Smith y nuestro tiempo.
En un mundo enfrentado a desafíos globales como el cambio climático y la desigualdad económica, el pensamiento de Smith es más relevante que nunca. Sus ideas nos invitan a reflexionar sobre cómo equilibrar el interés propio con el bien común, y sobre el rol de la ética en las políticas económicas.
Quizás sea momento de rescatar su visión integral, aquella que combina ética y economía, para responder a las crisis contemporáneas.
(*) Ingeniero Electricista (UTN BA). Programa en Dirección de Empresas de la Universidad Austral. Empresario miembro fundador del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria. Exalumno Eseade.
Nota publicada en Megacadena, diario digital de Paraguay.