El presidente Javier Milei acaba de entrar en la «dimensión desconocida». La imagen tal vez sirva como metáfora de un acontecimiento político nunca antes experimentado por un oficialismo que hace solo setenta y siete días está a cargo del Poder Ejecutivo Nacional. El viernes por la noche, cuando parecía que la semana política entraba en cierto sosiego, la Casa Rosada alineó en su contra a ventitrés de veinticuatro gobernadores de las provicias, sumado el jefe porteño, Jorge Macri. Por razones distintas y con autoridad moral disímil, esos mandatarios expresaron su apoyo al chubutense Ignacio Torres. El patagónico había hecho pública una fuerte queja, con advertencia de tomar represalias, con destinatario polémico: el presidente Milei.
En un acto, afirmó que estaba dispuesto a cortarle a la Nación el suministro de la energía que produce su provincia debido a que el Gobierno suspendió el pago a Chubut de trece mil quinientos millones de pesos que debían transferirle en concepto de coparticipación. Milei, siguiendo su estilo de confrontación permanente contra la dirigencia que no pertenece a La Libertad Avanza, criticó de modo feroz a Torres. Todas las negociaciones previas para evitar ese conflicto se habían agotado un día antes. La Casa Rosada acusó a Torres de exigir una plata que no le corresponde porque, de acuerdo a la visión gubernamental, Chubut tiene una deuda con la Nación por préstamos del llamado Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial, por lo que esa falta de pagos se compensaría con la no transferencia multimillonaria reclamada por Torres.
La protesta de Torres logró un insólito consenso tras tuits y llamados cruzados: veintitrés gobernadores expresaron su apoyo al chubutense, cansados, por razones variables, del ajuste que afectó el flujo de fondos que antes solían recibir del poder central por distintas normas y entes y para diferentes fines. El alzamiento de las provincias fue también por el agotamiento en un diálogo que muchos de lo gobernadores analizan como casi imposible de volver a implementar con Milei.
El «problema Torres» ya es un problema de la Presidencia y de todas las gobernaciones que se pararon del lado de enfrente a la Casa Rosada. El único mandatario que no se expresó sobre este affaire fue el tucumano Osvaldo Jaldo, aunque no piensa diferente de sus compañeros.
¿Qué pasará, a partir de este suceso, con el ya antes complicado vínculo entre la Nación y los jefes territoriales que lideran la gestión de los distritos que conforman la República Argentina? ¿Todos ellos, aunque nunca se habían aliado, siquiera de modo posiblemente momentáneo, tienen una enorme influencia en un Congreso, en el que el oficialismo solo cuenta con enormes minorías en ambas cámaras? ¿Milei escalará la confrontación con los gobernadores como la profundizó hasta ahora? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esta dinámica que se espiraliza cada día más?
En política siempre puede haber un tiempo, aunque agónico, para acordar posiciones antagónicas.
¿Ése es el plan de Milei? ¿Pegar para negociar un final de conflicto favorable a sus creencias, a su táctica y su estrategia?
Los márgenes cambiaron drásticamente para que esa solución sea una solución.
El desenlace provocado por la plata de Chubut, hasta el viernes inesperado, sobre todo para los gobernadores peronistas, tiene una precuela que también podría modificar el plan de la Presidencia y sus aliados del PRO, el partido que busca una fusión con el oficialismo.
Torres aseguró que tomó la decisión de hacer pública su protesta, con discurso amenazante a la Nación incluido, porque fueron los funcionarios nacionales más destacados los que le advirtieron que la suspensión del pago de la coparticipación de Chubut era una cuestión «política» que se usaría como ejemplificadora para el resto de los mandatarios.
Torres jura que intentó pagar la deuda de Chubut con el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial, lo que hubiese generado la transferencia de los trece mil quinientos millones de pesos de la coparticipación en disputa. Pero, siempre según su versión, chocó contra el oficialismo porque le puso trabas burocráticos adrede para forzarlo al ahogo financiero. El negociador final del conflicto de Torres fue el propio Mauricio Macri, supo Clarín de fuentes calificadas al tanto de esta trama.
Macri se habría comunicado con el propio Milei para lograr la paz con Torres. El Presidente le habría contestado con evasivas. E incluso habría postergado un encuentro entre ambos que estaba agendado para el lunes. El entorno del ex presidente niega que esa comunicación haya existido. Otras fuentes muy destacadas la ratifican.
El miércoles, Torres le había contado sus penurias a Macri en una reunión en la que participó también Rogelio Frigerio.
«Tenés razón», lo contuvo el ex presidente que está en plenas negociaciones con Milei para acordar una alianza con Milei.
El conflicto escaló de tal modo que esas negociaciones podrían entrar en el nunca aconsejable terreno del enigma dilatado.
La Casa Rosada sumó a la narrativa de este caso a opositores totales del oficialismo que apoyarona Torres, pero también a «socios» hasta ayer a quienes apoyaron las políticas libertarias.
En el comunicado oficial de Presidencia, se mencionó -como si todos tuvieran una misma línea de conducta con Milei-, a gobernadores ultra K, como el riojano Ricardo «El Gitano» Quintela, o el bonaerense Axel Kiciloff.
Pero en un mismo párrafo de advertencia ante la politica de ajuste con los distritos nacionales, que ahondará la gestión libertaria, se incluyó al entrerriano Rogelio Frigerio y al jefe porteño Jorge Macri. ¿Todos en un mismo lodo y manoseados?
Torres repetía en la noche del viernes que estaba azorado por la reacción de Milei: «Nuestros legisladores aprobaron todo lo pedido sobre el proyecto de Ley Ómnibus».
Este nuevo conflicto entre Milei y todos los gobernadores se da en un contexto en el que varios mandatarios de provincias del norte, de partidos políticos diferentes, habían intentado reencauzar la «paz» legislativa y económica con la Nación.
El martes, en Salta, el mandatario local, Gustavo Sáenz, recibió junto a su par de Misiones, Hugo Passalaqua; el de Jujuy, Carlos Sadir; el de Tucumán, Osvaldo Jaldo; y el de Catamarca, Raúl Jalil. Tras la ruptura temporal con todos ellos, que apoyaron con eficacia variable la votación de la fallida Ley Ómnibus en el Congreso. Luego de esa sesión fracasada, Milei criticó a todos, opositores y dialoguistas, por igual. Incluso despidió a funcionarios nacionales que respondían a «desleales», entre ellos, a la salteña Flavia Royón, a cargo de la Secretaría de Minería.
Sáenz hizo de vocero de los mandatarios reunidos con el infatigable Francos: «Tenemos que mirar para adelante», le dijo, palabras más, o menos. Y especificó: «Si no va a haber amor ni confianza de Milei con nosotros, y viceversa, proponemos hacer un gran acuerdo nacional con el Gobiermo, donde los gobernadores que estén de acuerdo, con Milei incluido, dejemos asentado en un texto cuál será el nuevo marco fiscal para las provincias, que quede claro qué fondos vamos a recibir de ahora en más, y al mismo tiempo garantizamos que le votamos al oficialismo un paquete de leyes en el Congreso. Eso sí, tenemos que ponerle la firma todos a lo que consensuemos».
Francos aseguró que le parecía un planteo correcto y afirmó que le comunicaría al Presidente esa novedad.
Sáenz insistió: «Sería un acuerdo, no un pacto,0 y todos debemos firmarlo».
Un día antes, la vicepresidenta, Victoria Villarruel, se había reunido también en Salta con Sáenz.
El viernes cambió todo. Dentro de pocos días, tal vez un par de semanas, se podría empezar a mensurar cuáles serán las verdaderas consecuencias de ese cambio y de ese todo.